"Desconocemos a ciencia cierta cómo se construye un lector"
Después de publicar el ensayo La Educación Literaria (Síntesis, 2001), Gabriel Núñez, profesor titular de Didáctica de la Literatura en la Universidad de Almería, acaba de sacar a la calle Cómo nos enseñaron a leer (Akal), un detallado análisis del qué y cómo se ha aprendido a leer en España en los dos últimos siglos. El libro está escrito también por la profesora Mar Campos Fernández-Fígares. Núñez ha publicado sobre este tema Educación y literatura. Nacimiento y crisis del 'moderno sistema escolar' (1994).
Pregunta. ¿Se puede aprender a leer en España sin pasar por Cervantes, Lope, Góngora o Quevedo?
Respuesta. Lo evidente es el hecho de que los escolares de los centros públicos de la España contemporánea no leyeron a Cervantes hasta la década de los ochenta del siglo XIX. Y Góngora fue considerado un escritor oscuro y extravagante hasta que Verlaine, Juan Ramón y los hombres del 27 lo recuperan. Si pensamos un canon clásico y un canon escolar que aúnen estética y pedagogía es lógico incluirlos a todos ellos en el itinerario lector de nuestros escolares. A sabiendas de que su presencia tampoco garantizaría la adquisición del hábito lector por parte de los estudiantes, porque desconocemos a ciencia cierta cómo se construye un lector, cómo germina en nosotros la voluntad de leer: ésta suele ser el resultado de la emoción que nos liga a ciertos libros y de la combinación de voluntad, educación, entorno social y azar.
P. ¿Por qué el libro ha seguido la estructura que presenta?
R. Como reitera Juan Carlos Rodríguez en el estudio preliminar que presenta el libro, la literatura no tiene sentido sino sentidos en la historia. Ésta sería una de las razones del inicio en el primer plan de estudios realmente moderno de la España contemporánea: el de Pidal de 1845. Y con su fin en los años de la gran crisis de este modelo historicista, que tiene lugar a partir de 1968. Este modelo pensado para la educación de las minoritarias clases medias del XIX, en cuyo entorno existía el amor por la lectura y las humanidades, se agota.
P. ¿Cómo se han ido seleccionando los autores de los manuales de historia literaria?
R. Razones lingüísticas, estéticas, didácticas, morales, ideológicas o políticas son las que han pesado. Estos criterios se han ido modificando en función de la coyuntura histórica y a veces han prevalecido unos sobre otros. Por ejemplo, para la educación de la mujer han primado los valores morales sobre los estéticos.
P. ¿Qué conclusión se saca de la historia de las historias de la literatura que pretende plasmar?
R. El imaginario de este manual de manuales es hoy casi un recuerdo de adolescencia cuyos componentes han sido los autores, las escuelas, los movimientos y los siglos, no las obras. Y ha estado pensado para formar la "conciencia nacional" de estos estudiantes, o, en el caso de los institucionistas, para inculcar en su alumnado una "moral laica".
P. ¿Cuál es la etapa más brillante?
R. A mí me parece muy completo y moderno el modelo institucionista en lo que se refiere a su concepción de la educación y a la organización del currículo: sus programas de enseñanza incluían asignaturas para primaria y secundaria que no exigía la ley: el derecho, la moral, la literatura, la higiene, francés e inglés, música, gimnasia, juegos o trabajos manuales.
P. ¿Qué obras siguieron la enseñanza de la literatura en la primera mitad del siglo XX y marcaron la educación literaria hasta los años sesenta?
R. Creo que Menéndez Pelayo, ese clásico sabio del XIX que describiera Eagleton, un investigador que lee todo lo que aconseja, es la personalidad más influyente en el profesorado desde la Restauración hasta los años sesenta.
P. Los manuales de Colodrón Morán y Edelvives no salen muy bien parados...
R. Con respecto al franquismo, no sólo debemos preguntarnos por lo que se leía en aquella España, sino por lo que se prohibió. Y manuales y autores se utilizaron como una especie de evangelio patriótico con el que arrinconar todo aquello que tenía que ver con la cultura liberal y republicana de los años treinta y, sobre todo, con el institucionismo y con la izquierda.
P. ¿A qué itinerario educativo debemos la lectura masiva de la escritora J. K. Rowling con su serie Harry Potter?
R. Dejando a un lado el fenómeno editorial y las estrechas y conflictivas relaciones del cine con la literatura, las adaptaciones de novelas están contribuyendo a la aproximación de los jóvenes a la lectura. Aunque esta aproximación no sea a obras canónicas y se realice con intención lúdica, dejemos que tenga lugar y llevemos luego a estos lectores hasta las obras estéticamente logradas.
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