_
_
_
_
Reportaje:Alemania 2006

'Mozart' bien vale un estadio

Jiri Rosicky analiza a su hermano, héroe ante EE UU, con cuyo traspaso el Sparta cambió el campo

Rosicky creció en el centro de Praga. En las mismas vías por las que un ingobernable número de turistas ahora recorre la capital de la República Checa. Pero, entonces, recuerda, no había "tantos visitantes". Rosicky jugaba en plena calle, escuchando las campanadas del reloj, retando a los chicos de los barrios cercanos o de su misma avenida. "Números pares contra impares". Su menuda figura llamaba la atención con el balón, pero se diluía según llegaba la tarde y cada niño volvía a ser un niño que tenía que ir a cenar a casa. "Siempre ha sido así, nunca ha destacado por nada hasta que no le dan una pelota de fútbol", dice su hermano Jiri, ex del Atlético. "Su carácter no tiene malicia, es tímido, callado y la gente nunca se fija en él", insiste. El pasado lunes fue nombrado mejor jugador del partido en la goleada de su equipo contra EE UU.

Así fue desde siempre. El Sparta de Praga no quería a Thomas Rosicky. Le parecía demasiado pequeño porque sólo tenía ocho años y levantaba "un metro del suelo". Su hermano lo recuerda y le entra la risa floja: "Joder con el crío al que no querían, fíjate dónde ha llegado". El padre de ambos, un "trabajador manual" que fabricaba "máquinas pesadas" tuvo la intuición de que el minúsculo Thomas era un genio por pulir. Aunque los hermanos siempre se han sentido muy próximos a su madre, "una funcionaria de Hacienda", sus carreras han estado gobernadas por su progenitor desde que eran casi bebés. "Nuestro padre pensaba que tenía que salir de la calle y aprender de verdad en una escuela con métodos fijos y con la intención de que fuera profesional", explica Jiri.

Los dirigentes del club praguense querían fichar a su hermano mayor, pero no les parecía oportuno hacer lo mismo con el actual líder de la selección checa por su edad y desarrollo físico. El jefe de la familia, que había vestido la camiseta del Sparta, impuso su criterio advirtiendo de que o fichaban a "los dos hermanos o a ninguno". La entidad accedió a regañadientes. Algunos años después, en 2001, pagaron todas sus deudas con el dinero que ingresaron por el traspaso del Rosicky menor al Borussia de Dortmund (25 millones de marcos). Ese dinero sirvió para costear, además, un estadio nuevo en el que la familia Rosicky tiene un palco vitalicio en agradecimiento.

Rosicky nunca llama la atención fuera del césped. Es callado, prudente. Un chico tímido que siempre hace caso de las instrucciones que le dan. Un hombre acostumbrado desde niño a desfilar al paso. "Siempre ha sido así, muy adaptable a las situaciones, muy disciplinado", dice su hermano. Sin embargo, el pasado lunes marcó dos goles y tiene muchas papeletas para convertirse en "uno de los jugadores decisivos del torneo", según la opinión de la comisión de sabios de la FIFA. Ayer, después de entrenarse levantó el flequillo y se asustó de la muchedumbre que se agolpaba junto a las vallas para grabar alguna palabra suya. Discreto, se limitó a explicar que no es "el mejor de los delanteros pero que las necesidades del equipo" le han obligado a jugar más en punta de lo habitual. Y, claro, por eso "lo de los goles". Su hermano puntualiza que "está jugando fuera de sitio", pero insiste en que "Thomas nunca se va a quejar por ese tipo de cosas".

Rosicky debutó en el primer equipo del Sparta con 17 años. Le apodaban Mozart por su capacidad para armonizar al equipo. Debutó con la selección absoluta en 2000 y participó en la Eurocopa de aquel año en Holanda y Bélgica. "Era siempre el más pequeño desde niño", recuerda su hermano mayor, que desvela que ahora con quien mejor se lleva es con el gigante Jan Koller. "Son opuestos, Koller es hablador y extravertido y Thomas no, quizá es por eso", comenta antes de argüir otra causa más probable: "Llevan cinco años juntos en Dortmund".

Pero ya no están juntos. El mediapunta, que según Jiri "ha mejorado una barbaridad defensivamente por las características del fútbol alemán", ha fichado por el Arsenal. Es una apuesta personal de Arséne Wenger, que se lo arrebató al Atlético.

Rosicky celebra uno de sus goles ante Estados Unidos.
Rosicky celebra uno de sus goles ante Estados Unidos.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_