Alemania pierde la vergüenza
El torneo saca a relucir el patriotismo reprimido desde la Guerra Mundial
Esta no es mi Alemania que me la han cambiado. El Mundial ha transformado la relación de los alemanes hacia su propio país y ha sacado a relucir un sentimiento vergonzoso reprimido desde el final de la II Guerra Mundial: el patriotismo. Banderas en coches y balcones han convertido estos días las calles de las ciudades alemanas en una insólita marea en negro, rojo y amarillo. Como consecuencia de su trágica historia reciente, con el nazismo y el Holocausto, durante los 50 años de la República de Bonn el patriotismo se había convertido en sinónimo de nacionalismo y patrimonio exclusivo de los ultraderechistas neonazis y xenófobos.
La rebelión de los estudiantes en 1968 desencadenó la pregunta a la generación de sus padres: "¿Qué hiciste en la guerra?" El empeño castrador de todo sentimiento de afecto hacia la propia patria quedó reforzado. No era raro que una conversación con una joven alemana diese lugar a un diálogo en el que a la observación "No pareces alemana" siguiese como respuesta un "¡Oh, muchas gracias!".
Este sentimiento de culpabilidad por la propia historia, o lo que pudieron haber hecho en la guerra los padres o abuelos, parece enterrado de forma definitiva con el Mundial de Alemania. Sin complejos, los alemanes han sacado a la calle las banderas, las agitan y dan rienda suelta a su identificación con su selección nacional y de paso el propio país.
Este fenómeno no ha surgido por generación espontánea. El terreno estaba abonado para esta explosión de sentimientos patrióticos mucho tiempo reprimidos y que ahora afloran con ocasión del Mundial. Con el Gobierno de coalición entre socialdemócratas (SPD) y Los Verdes llegaron en 1998 al poder dos representantes de la generación de 1968, el canciller Gerhard Schröder y su ministro de Exteriores Joschka Fischer, libres ya de cualquier concomitancia con el nazismo. El relevo en el poder del pasado septiembre supuso un nuevo salto generacional. La canciller Angela Merkel, de 51 años, se crió y vivió 35 de ellos en la Alemania comunista que se jactaba de ser, al menos de palabra, el Estado antifascista en territorio alemán. El nazismo se convierte cada vez más en Alemania en recuerdo de un pasado cada vez más lejano que inunda los canales de la televisión pública de documentales rememorativos.
En los próximos meses sociólogos y politólogos se ocuparán del tema en Alemania, que todavía resulta incómodo. El Gobierno de la ciudad-Estado de Berlín ha prohibido a policías y bomberos que exhiban banderas alemanas en sus vehículos por la debida neutralidad exigible a todo funcionario público. La prohibición no ha alcanzado a los camiones que recogen la basura que recorren estos días las calles con sus banderitas bien visibles. La explosión de identificación con el símbolo nacional de la bandera ha sorprendido tanto, que le han preguntaron al seleccionador Jürgen Klinsmann sobre el tema. Klinsmann, que vive en California, respondió que no le parece mal y sacó a relucir que en Estado Unidos resulta normal que las casas se engalanen con la bandera en la fiesta nacional del 4 de julio.
Al mismo tiempo, han surgido también los guardianes y defensores del nuevo patriotismo con el periódico Bild Zeitung a la cabeza. Cual guardias rojos de la revolución cultural maoista, el diario sensacionalista se preguntaba tras el partido inaugural contra Costa Rica si no hay nadie que le enseñe a Podolski la letra del himno nacional porque el nuevo delantero del Bayern siguió con los labios cerrados la ceremonia. Dos días más tarde Bild arremetió contra el capitán de la selección, Ballack, por presentarse en el hotel de Berlín con una camiseta con el escudo de Italia. Además, Bild criticó al Gobierno de Berlín por prohibir a policías y bomberos exhibir banderas alemanas en sus coches.
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