"Más corazón y cabeza que juego"
Nadal se deshace en elogios hacia su rival y disculpa al público, que tomó partido por Federer
Cuando empezó el torneo, hace dos semanas, hacía frío, una temperatura más suiza que mallorquina. Ayer, era lo más parecido a la plena canícula. París se rindió por segunda vez ante Rafa Nadal, pero durante un buen rato, a regañadientes. Incluso al final, con la Copa en sus manos, le dedicó un injusto abucheo cuando el traductor resumió malamente y en sentido opuesto, los elogios que el español dedicaba a su rival Roger Federer.
Porque los espectadores parisinos apoyaban mayoritariamente a Federer. Tal vez porque preferían la elegancia del suizo a la garra del español; tal vez porque habla francés con un curioso acento alemán o, quizás, porque el público siempre tiende a apoyar a los perdedores, a forzarles a resucitar, en definitiva, a alargar el espectáculo. También porque su victoria abría la posibilidad de que un tenista de la era moderna consiguiera un Grand Slam, los cuatro grandes, lo que no ocurre desde que lo hiciera Rod Laver en el lejano 1969.
Federer: "A lo peor, al final de mi carrera pensaré que ésta era la oportunidad perdida"
Nadal se deshizo en elogios sobre su rival y disculpó el partidismo del público. "Es el número uno porque es el mejor, lo admiro, desde que nací no he visto nunca a nadie como él". "No, no nos podemos comparar", añadió, "Roger jugó hoy para estar en lo más alto de la historia, tal vez por eso estaba nervioso". Nadal reconoció: "Este triunfo tiene un sabor especial porque viene después de una lesión importante, en diciembre y enero, que me hizo pensar si volvería ser el mismo".
"Al final se gana más con el corazón y con la cabeza que con el juego", explicó cándidamente Nadal cuando le preguntaban sobre detalles muy específicos. Y cuando un periodista quiso saber por qué se tiraba al suelo tras el último punto, respondió: "Es una bajada de tensión tan grande que no te das cuenta cuando te caes al suelo, te juro que no pienso nunca que me voy a tirar".
Impecable, perfectamente afeitado, luciendo una sudadera roja, Federer acudió a la conferencia de prensa con semblante resignado. "Cometí demasiados errores, fui inconsistente, perdí mi oportunidad...", dijo. Pero no está frustrado, aseguró, porque lo intentó y queda el resto de la temporada por delante. "Las condiciones en la pista eran más lentas que en Roma", razonó, "y además, hace dos semanas cuando empezó el torneo hacía frío y hoy era un horno; tal vez por esta razón los dos primeros sets fueron tan rápidos y contundentes: los dos queríamos acabar pronto los puntos, por el calor".
¿Lamenta haber perdido esta oportunidad?, le preguntaron. "Ha sido un buen torneo para mí, es mi primera final en Roland Garros, aunque, a lo peor, al final de mi carrera, pensaré que ésta era la oportunidad perdida. ¿Quién sabe?" ¿Es invencible Nadal? "No, con él hay que ser paciente. El segundo set fue el momento decisivo. Empecé muy nervioso, cometí muchos errores, él estaba tranquilo, pero jugaba normal. Cuando en el segundo set vi que hacía tres errores y le rompí el servicio, vi que podía darle la vuelta al partido".
En esta época del año, la presencia española en la capital francesa se ha convertido en algo casi habitual. Ayer, en el palco, estaban la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín; el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzki y Juan Antonio Samaranch. Nadal contó asimismo con un espectador muy peculiar, a quien no se le conocían estas aficiones, Pedro Almodóvar, un parisino por derecho propio a quien esta ciudad le dedica en estos momentos una exposición. El director manchego estaba acompañado por una de sus más fieles musas, la actriz Bibiana Fernández. Aunque quien de verdad atraía todas las miradas no era otra que la actriz Jennifer Aniston. No acudió Leonardo di Caprio, que sí estuvo el viernes durante las semifinales, y no en el palco, sino en primera fila, a un lado de la pista.
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