Brasil o Brasil
El equipo de Ronaldinho sale como favorito indiscutible mientras España parte con su decepcionante historia a cuestas
El saque inaugural del Alemania-Costa Rica se producirá en un estadio de Múnich que ha costado casi 300 millones de euros, frente a 70.000 espectadores que adquirieron su entrada hace varios meses, ante los ejecutivos de las 12 compañías que han pagado por la exclusiva del patrocinio en el torneo, delante de las cámaras de televisión que transmitirán la señal a todos los rincones del planeta, donde una audiencia de 30.000 millones de personas seguirá los 64 partidos del Mundial. Y así sucesivamente. El juego puede ser casi el mismo. El negocio, no. Una apabullante maquinaria económica se pondrá en marcha cuando Miroslav Klose o Paulo Wanchope muevan la pelota en el futurista estadio de Múnich. Si a los jugadores les diera por pensar en la trascendencia de su sencilla acción, posiblemente sufrirían un ataque de pánico. Pero no lo harán. El fútbol se ha adaptado a los tiempos como ningún otro deporte. Los futbolistas, también. Hacen lo mismo que siempre, pero son otra cosa: representantes de una actividad de consecuencias colosales. Eso es el fútbol ahora. Y en ninguna competición se escenifica mejor su poderío que en la Copa del Mundo.
Competirán 32 selecciones de cinco continentes y todas las compañías que han depositado gran parte de su futuro en el resultado comercial de los Mundiales. Vuelven las estrellas a medirse en el campo y en el mercado. Hace cuatro años, en el oriente asiático, el nombre era David Beckham. En Alemania, será el brasileño Ronaldinho. A su alrededor aparecen sus posibles sucesores. ¿Será el argentino Messi? ¿Quizá Wayne Rooney, si milagrosamente supera su lesión en el pie? Cada cuatro años, los Mundiales cierran un capítulo del fútbol y abren otro. El económico parece boyante. El futbolístico tendrá un mes para dictar veredicto. Hace veinte años que no se disputa un gran Mundial, uno que asombre con al menos media docena de grandes partidos. Por ahí, sí que se ha incubado el virus de la responsabilidad. Puede que Klose y Wanchope no sean conscientes de la verdadera trascendencia de la Copa del Mundo, pero el fútbol ya se ha encargado de incubar en sus protagonistas el virus de la cautela. Los aficionados se han resignado a la realidad: no es posible el Brasil de 1970, ni la Holanda de 1974, ni el otro gran Brasil, el de 1982. No hay lugar para la aventura, porque los equipos aventureros suelen tener mal destino. Ninguna selección lo proclama más alto que Brasil. Ha disputado las tres últimas finales y ha ganado dos. La gente quiere creer que es el mismo Brasil de siempre, pero no lo es. Tiene mejores futbolistas que los demás equipos, pero hace muchos años que no juega bien. Juega para asegurarse los títulos, no para entusiasmar a los aficionados. Juega para estar a la altura de la responsabilidad.
Será un Mundial de estadios magníficos, de adelantos en las telecomunicaciones, de gran preocupación por la seguridad, de desplazamientos cómodos en un país siempre atento a la comodidad, la Alemania que organiza el torneo por segunda vez. El mismo país que en 1974. O no. A Alemania le ha ocurrido como al fútbol. Parece lo mismo, pero no lo es. La reunificación ha generado otra nación, con otros problemas. En 1954, la victoria sobre Hungría en la final de Berna significó el arranque en el éxito del modelo social y económico de Alemania. No se sabe si esta Copa del Mundo tendrá alguna trascendencia en un país que ha atravesado por dificultades en los últimos 15 años. Sólo se sabe que Alemania no será favorita. Esa condición queda reservada para Brasil y Argentina entre los suramericanos, para Inglaterra entre los europeos. España tampoco figura esta vez en los pronósticos. Es víctima de su decepcionante historia en los Mundiales. Pocas veces ha acudido con menos expectativas. No le faltan buenos jugadores. Le faltan verdaderas estrellas y un estilo definido. Sin embargo, detrás de la desconfianza existe el sueño de millones de aficionados que esperan el milagro de sus jóvenes jugadores. A ellos, a Casillas, Ramos, Xabi Alonso, Xavi, Cesc, Iniesta o Torres les toca estar a la altura de la ocasión.
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