Un negocio de primera
Tarragona, optimista ante la publicidad que supondrá tener al Nàstic en la Liga de las Estrellas
El negotium derivado del otium del fútbol promete ser espectacular en Tarragona. Así lo esperan los principales agentes sociales de un territorio que por primera vez en la historia tendrá una presencia masiva en el escaparate mediático gracias al ascenso del Nàstic a Primera División. Las cifras cantan: el partido Tarragona-Real Madrid de Copa del Rey del año 2001 generó una publicidad que la Diputación de Tarragona cuantifica en 40.000 euros. Sólo fue un partido y en las eliminatorias previas.
Nadie pone en duda que más vale un año en la élite del fútbol que 20 de promoción del Patrimonio de la Humanidad de Tarragona, su legado romano. Al menos, en el negocio turístico. Hoy por hoy, apenas el 5% de los 3,5 millones de turistas que todos los años visitan Port Aventura pasean por las murallas, se sientan en el anfiteatro o visitan los museos.
"No sé valorar lo que puede significar en turismo la Primera División", admite el presidente de la Federación de Empresarios Hoteleros de Tarragona, Salvador Pellicé. "Será mucho dinero, sin duda, pero somos un sector muy atomizado", añade. "El retorno económico se tiene que valorar, pero será enorme", auguran fuentes de la Cámara de Comercio de Tarragona, quienes no dudan de que la Liga de las Estrellas es "el mejor escaparate para una ciudad". "Daremos una imagen en positivo, tendremos un grado de retención elevado del público y generaremos imagen de proximidad", analiza el gerente del Patronato de Turismo de la diputación, Octavi Bono.
"Podemos ser más que el Espanyol: el equipo de referencia desde Vilanova hasta los Ports de Tortosa", asegura el concejal Agustí Mallol (CiU), quien, además de ser perico, es el presidente honorífico de la federación de peñas del Nàstic. Mallol no habla por hablar. Anteayer, sábado de gloria para los aficionados, un incondicional en la plaza de la Font exhibía una copa firmada por una peña de la Ribera d'Ebre. "Es un fenómeno de toda la demarcación y despertará simpatías por toda Cataluña", añade el secretario general provincial de la UGT, Mario Rigau.
En Tarragona, y en toda su provincia, existe un sentimiento perenne de estar a la cola en el orden de prioridades de cualquier Gobierno catalán. Lo admitió, en cierto modo, el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, en una reciente visita a la ciudad durante la que dijo que la "tendencia de Barcelona a mirar hacia la Cataluña vieja ha sido histórica". "El Nàstic generará una presencia subliminal de Tarragona en los políticos del país que, aunque sea desde el subconsciente, quizá nos ayude a avanzar", sentencia Rigau. Todos los sectores políticos y económicos del Camp de Tarragona han criticado en público la "falta de liderazgo" en el territorio. Sería como mínimo curioso que lo que separa la política diaria terminara porlo unir el fútbol.
La ciudad de Tarragona, de 135.000 habitantes, es en realidad pequeña. La hacen mayor su barrios periféricos, tradicionalmente desvinculados y con escasa implicación en la vida pública. "El Nàstic ha cohesionado más la ciudad que las fiestas de Santa Tecla", señala el periodista Carles Cortés tras 12 años retransmitiendo los partidos del equipo local. Tanto el concejal Mallol como el portavoz socialista, en la oposición, Josep Fèlix Ballesteros coinciden también en la inyección de orgullo patrio que supone tener un club en Primera. "Da capitalidad. Y no impuesta, sino ganada", señala Ballesteros.
Ganado el ascenso, la pregunta es cuánto tiempo va a permanecer el club en Primera. Con algo más de 15 millones de euros estimados de presupuesto para la temporada próxima, el Nàstic está condenado a jugar la liga de la permanencia. "Pido la implicación de toda la industria petroquímica", dice sin tapujos Agustí Mallol. "Es difícil el patrocinio, porque hay pocas empresas grandes", señala el presidente de los hoteleros.
El Ayuntamiento, accionista de referencia del club, inyectará a fondo perdido tres millones de euros. El escritor local y reconocido aficionado del Nàstic, Jordi Tiñena, cree que ahora es el momento para que el club se lance a andar en solitario y no dependa del dinero público. "La ciudad debe tener el club que quiera, no el que el Ayuntamiento quiera", dice.
El Nàstic luchará la temporada próxima para no descender de nuevo. Sin embargo, una vuelta a la Segunda División no supondría ningún descalabro de una afición que las ha visto de todos los colores. "El Nàstic tiene 125 años de historia y siempre hay un poso de aficionados que hacen perdurar la llama", dice Cortés. Y, para el turismo, siempre quedará lo cultural. "El fútbol te puede dar alegrías unos años, pero el Patrimonio de la Humanidad siempre estará aquí", sentencia la concejal de Patrimonio, Maria Mercè Martorell.
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