Caminos de fresas
Adena propone reconvertir 1.400 hectáreas de cultivos agrícolas en el entorno de Doñana
Doñana, como otros muchos espacios naturales protegidos, ha terminado por convertirse en una isla rodeada por un cinturón, cada vez más denso, de actividades humanas e infraestructuras de todo tipo. Las explotaciones agrícolas, que en algunos casos han invadido terrenos públicos y enclaves especialmente sensibles, se han convertido en barreras insalvables para la flora y la fauna silvestres, estrangulando, en la zona noroeste del parque nacional, el eje natural de conexión con Sierra Morena a través del río Tinto y el arroyo Candón.
Los cultivos de fresa y fresón ocupan ya cerca de 6.000 hectáreas en el entorno de Doñana, y no puede decirse que esta colonización se haya desarrollado atendiendo a unos mínimos criterios de ordenación territorial. En realidad, como señala el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF/Adena), se ha establecido "un mosaico regadío-monte que no beneficia ni al agricultor ni a la naturaleza".
Utilizando la cartografía oficial que incorpora el Plan de Ordenación del Territorio del Ámbito de Doñana (POTAD), los especialistas de Adena han identificado más de 100 hectáreas de regadío instaladas sobre espacios naturales incluidos en la Red Natura 2000, tutelada por la Comisión Europea, además de otras 2.000 hectáreas que ocupan, de manera ilegal, montes de titularidad pública. Tampoco se han respetado los cauces y, así, el 16% del trazado por el que discurren arroyos como el de La Rocina o el Estero de Domingo Rubio ha sido invadido por los agricultores o bien se ha deteriorado por la cercanía de estos aprovechamientos.
El impacto de estos cultivos no se limita a la ocupación de suelos protegidos o de titularidad pública ya que, al mismo tiempo, son grandes consumidores de agua, un recurso que también suele obtenerse al margen de la ley. De acuerdo a las estimaciones de Adena, fundamentadas en los estudios realizados por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, alrededor del 50% del agua que se utiliza para regar los campos de fresa y fresón se obtiene de manera ilegal, ya sea porque el agricultor carece del preceptivo permiso para extraerla del acuífero o bien porque se ha iniciado el trámite de legalización, y aún no está concluido, o, sencillamente, porque el agua que se bombea supera con creces lo autorizado o lo que podría autorizarse.
A juicio de Adena, la única manera de corregir este proceso, y romper así el aislamiento que sufre Doñana, es creando una serie de corredores ecológicos que garanticen la conexión de este espacio protegido con Sierra Morena, reordenando las zonas agrícolas y favoreciendo un uso eficiente del agua. Este colectivo conservacionista ha elaborado una propuesta concreta que, en principio, ha sido bien recibida por las consejerías de Agricultura y Medio Ambiente, además de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Igualmente se ha sometido a la opinión de algunos actores locales, agricultores y ecologistas, que también la consideran viable.
Se trataría de establecer tres corredores ecológicos en el sector noroeste de Doñana, apoyándose en arroyos y montes públicos. Los corredores de La Rocina, La Cañada-Vaquerizas y Estero de Domingo Rubio ocuparían un total de 18.000 hectáreas, de las que unas 1.400 se encuentran en la actualidad ocupadas por cultivos en régimen de regadío intensivo. Estas explotaciones, considera Adena, podrían reubicarse, como se hizo en su día con algunas fincas del plan Almonte-Marismas, trasladando los cultivos a zonas menos sensibles desde el punto de vista ambiental y mejor comunicadas. De esta manera, sin sacrificar las actividades agrícolas, se rompería ese cinturón que amenaza con ahogar a uno de los humedales más importantes del continente.
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