Divorcios muy, pero que muy caros
Los ex cónyuges deben quedar en igualdad económica tras separarse aunque sean de orígenes distintos, según la justicia británica
¿Victoria de la equidad o terrible injusticia? ¿Será Paul McCartney la próxima víctima? ¿Se aplicará con efectos retroactivos? ¿Afectará a la gente común y corriente? ¿Supondrá un freno a la institución del matrimonio? ¿Serán un paliativo útil los acuerdos prenupciales? ¿Fomentará el divorcio a través de la avaricia? La reciente sentencia de los jueces-lores, constituidos en última instancia judicial del Reino Unido, sobre dos sonoros casos de divorcio, ha provocado un torrente de reacciones y también una cascada de interrogantes. Mientras los juristas tienden a considerarlas una clarificación que consagra el concepto de equidad hombre-mujer en el sentido de la institución matrimonial, muchos comentaristas las ven desproporcionadas. Especialmente una de ellas, la del caso Miller contra Miller.
"Para los jueces-lores, el matrimonio es una asociación entre iguales, sea largo o corto"
A sus 36 años, Melissa Miller ha sido definida por la prensa británica como "una chica Harvey Nichols", en alusión a una tienda exclusiva del centro comercial de Londres. Es decir, una mujer para la que el momento más importante del día es el casi cotidiano paseo por los escaparates de la moda y el lujo de los célebres grandes almacenes de Knightsbridge, la zona londinense de más glamour. Relaciones públicas de profesión, Melissa dejó su trabajo y renunció a su salario de 125.000 euros al año cuando se casó con Alan Miller, un exitoso financiero de la City que ahora tiene 42 años. El matrimonio sólo duró 31 meses y se rompió después de que Melissa sufriera un aborto y descubriera la infidelidad del marido.
El tribunal de apelación le dio la razón cuando reclamó para ella la casa del matrimonio en Chelsea (3,38 millones de euros) y una suma adicional de 3,97 millones de euros. Los lores han ratificado ahora esa sentencia y confirmado su derecho a percibir 7,35 millones de euros por compensación por el divorcio basado en el criterio de equidad en el matrimonio establecido en una célebre sentencia del año 2000: el caso que enfrentó a White contra White. La cifra se ha estimado calculando los ingresos de la pareja mientras estaban casados y repartiéndola entre ambos a partes iguales, sin distinguir quién la ha conseguido. Los jueces subrayan que el señor Miller, con una fortuna evaluada en más de 44 millones de euros, sólo sacrifica una sexta parte de su patrimonio en este divorcio.
El caso de Julia McFarlane es completamente distinto. Al casarse con Kenneth, Julia renunció a una brillante carrera de abogado para dedicarse al cuidado de los tres hijos del matrimonio. Tras 16 años, la pareja se rompió, y los lores han ratificado su reclamación de que el ex marido le pase 88.000 euros al año para el mantenimiento de los hijos, y otros 365.000 euros al año de por vida como salario anual -la tercera parte del sueldo anual de él, un experto en legislación fiscal en la City- mientras no se vuelva a casar. Los jueces han aplicado al criterio de equidad al razonar que ella renunció a una carrera lucrativa en nombre de la familia y que la compensación por el divorcio tiene que ir más allá de una mera ayuda de mantenimiento.
"Los jueces-lores han dejado clara su opinión de que el matrimonio es una asociación entre iguales y que el principio de equidad enunciado en el caso White es de aplicación universal, por largo o corto que sea el matrimonio", analiza la revista The Lawyer, la de mayor difusión y prestigio entre los abogados londinenses. "Ya no se puede argumentar que, en el caso de un matrimonio corto y sin hijos, el marido simplemente ha de devolver a la mujer al estado en que se encontraba antes del casamiento. Ya no hay distinción entre el que trae el pan y el que cuida del hogar", sintetiza la publicación.
Al otorgar el mismo peso a los conceptos de necesidades financieras, compensación y reparto equitativo, las dos sentencias revolucionan el concepto de divorcio entre los ricos -con la guía de que se han de repartir a partes iguales la riqueza generada por el matrimonio mientras ha existido y la mujer ha de conservar el nivel de vida que tenía durante el matrimonio-, pero también entre la gente corriente, porque la tendencia será que haya más maridos pagando salarios a sus ex esposas y por cantidades más altas.
Jeremy Levison, el abogado que defendió a Julia McFarlane, asegura que la doctrina de los jueces-lores se puede aplicar de forma retroactiva, y que ya ha recibido numerosas consultas "de hombres preocupados por saber si tendrán que pagar mucho más a sus ex esposas, y mujeres interesadas en saber si van a poder incrementar los pagos que ahora reciben".
Pero, al margen de los efectos materiales y psicológicos que estas dos sentencias pueden acabar teniendo en la institución matrimonial, el aspecto más morboso se centra ahora en los siempre mediáticos divorcios de las celebridades. Se avistan ya algunos casos en el horizonte, como el del golfista Nick Faldo o el cantante irlandés Brian McFadden, del grupo Westlife, que aceptó tramitar su divorcio a través de la legislación inglesa.
Pero ninguno supera la expectación provocada por el anunciado divorcio entre el ex beatle Paul MacCartney y Heather Mills. Es éste un caso similar al de Melissa Miller -el matrimonio sólo ha durado cuatro años-, con el factor añadido de que la pareja ha tenido una hija.
Dice la prensa que Paul le ha ofrecido a Heather una compensación de 100 millones de dólares si acepta un divorcio rápido y que, aunque se establezca una custodia compartida, la niña se quede a vivir con él. Pero los expertos especulan que, si ella decide batallar por una cantidad superior, podría conseguir hasta la cuarta parte de la fortuna del cantante, evaluada en al menos 825 millones de dólares.
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