La querella entre relativistas y absolutistas
OTRO LIBRO deslumbrante sobre la verdad. Sin los matices moralistas (no perversos, en cualquier caso) que puedan tener los de Frankfurt y Williams, dos venerables profesores de ética. Sin inquina frente a los charlatanes o negadores posmodernos, a quienes también puede comprenderse. Cada uno de ellos y los tres juntos dan la impresión de que la filosofía sigue valiendo hoy para algo fuera del hermeneutismo profesional. Son libros detrás de los que se adivina un pensador tan original como sabio, tan mundano como académico. Brillantes pero serios, serios pero bien legibles, y con mensaje, diríamos.
A Simon Blackburn -autor de obras como Pensar. Una incitación a la filosofía y Sobre la bondad. Una breve introducción a la métrica- le preocupa la cuestión de la verdad, sin más. Y, como él dice, cuando tenemos que decidir una cuestión, ésta se presenta con sus propias normas. La primera de las cuales es entender que la cuestión es lo que está en cuestión. Ni la sinceridad ni la mentira, ni demás virtudes o vicios de la verdad, ni la integridad de las personas mismas, afectan así a la cuestión de la verdad ni a su crisis hoy día. Los ideales de sinceridad, veracidad, exactitud, esfuerzo, valentía, autenticidad son ellos mismos víctimas secundarias de las peleas en torno a la naturaleza misma de la verdad. Batallas debidas a la inevitable multitud y provisionalidad de nuestras construcciones del mundo y de nosotros mismos, que reducen la gravedad de los defectos con respecto a esos ideales. Incluso en uno mismo existe, más allá de posturas morales, un conflicto oscuro y una guerra íntima de ideas y actitudes: sobre el sentido de nuestras palabras, de nuestros actos y de nuestra vida, sobre las ideas que conforman el espíritu de nuestra época. "Somos prisioneros de concepciones parciales, perspectivistas y totalmente ilusorias y ficticias, con pocas posibilidades, o ninguna, de darnos cuenta del problema".
Por eso este libro se plantea como una guía de perplejos. Recorriendo un amplio "pasillo" de problemas y personajes históricos, Blackburn plantea la cuestión de la verdad como un asunto filosófico, es decir, que versa sobre las bases de la razón y el gobierno de la fe por los hechos. Metodológicamente lo ordena en torno al enfrentamiento entre las posiciones relativistas (hay muchas verdades y de igual valor, no merece la pena disentir puesto que todas merecen el mismo respeto) y absolutistas (a pesar de muchas áreas y campos de la verdad, existe la verdad absoluta en alguna parte). Se trata de conseguir que enfrentamientos de ese cariz no parezcan diálogos de sordos. De enseñar a dominar nuestras palabras e ideas en vez de ser dominados por ellas. A no reducirse a esclavos de simplismos de un frente o de otro. A darse cuenta de que los enemigos no eran más que fantasmas invocados por nosotros mismos. A respetar la diferencia de perspectiva sin identificarla con la ilusión y el error. De mostrar que es posible prescindir de un imposible logos o filosofía primera, de un relato fundacional que nos diga, desde fuera de nuestra concepción del mundo, por qué esa concepción del mundo es la acertada, o no.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.