Lloyd Bentsen, senador y candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos
Fue secretario del Tesoro en la primera Administración de Clinton
Hay frases que pueden catapultar a un político desde el anonimato a la popularidad inmediata. Y eso exactamente es lo que le ocurrió al senador, congresista y candidato a la vicepresidencia Lloyd Bentsen, fallecido el pasado 23 de mayo en Houston a los 85 años por complicaciones cardiacas.
Bentsen, que también ejerció como secretario del Tesoro durante la primera Administración de Clinton, fue uno de los políticos más poderosos e influyentes de las últimas décadas. Sin embargo, su figura no era especialmente conocida fuera de los círculos de Washington hasta que en 1988, durante un debate entre él y el candidato republicano a la vicepresidencia Dan Quayle, tumbó a su rival con una frase demoledora.
Quayle, que luchaba junto a George H. W. Bush por la Casa Blanca, le dijo: "Tengo tanta experiencia en el Congreso como Jack Kennedy cuando aspiró a la presidencia". Pero Bentsen, que comenzó su andadura política en 1948 con apenas 27 años, le espetó: "Senador, yo serví bajo el mandato de Jack Kennedy. Yo conocí a Jack Kennedy. Jack Kennedy era mi amigo. Senador, usted no es Jack Kennedy". Aquella frase sacó su nombre y su figura del anonimato y le dio un pequeño empujón a la campaña demócrata, aunque finalmente serían Bush y Quayle quienes conquistarían la Casa Blanca. Sin embargo, según el libro The quest for the Presidency 1988, a partir de ese momento "la propia solidez gris" de Bentsen , "el hombre olvidado de 1988", "comenzaría a resplandecer ante la palidez de los otros tres hombres".
Conocido en Washington por su autocontrol, sus trajes elegantes y la seguridad de su voz, también su esposa contribuyó a hacerle popular entre los políticos y empresarios de Washington, ya que Beryl Ann Longino no sólo era guapa -había sido modelo-, sino que solía ser la última en irse de las fiestas.
Bentsen nació en Mission, Tejas, en 1921. Tuvo la suerte de crecer en el seno de una familia de orígenes humildes que consiguió acumular una gran fortuna gracias al petróleo, lo que le ayudó en su despegue como político, un campo que en Estados Unidos está reservado -salvo contadas excepciones- a la élite económica del país.
Tras servir como piloto durante la II Guerra Mundial, entró en el Congreso como representante de Tejas a los 27 años pero a los 33 decidió retirarse "para ganar dinero". Durante los 15 años siguientes construyó un holding empresarial, Lincoln Consolidated Inc, que le convirtió en millonario, le garantizó puestos de consejero en diversas empresas petroleras e influencias políticas para regresar a Washington con el poder en la mano.
Demócrata moderado, fue elegido senador por Tejas en 1970, batiendo al entonces aspirante republicano George H. W. Bush. En apenas dos años entró en el codiciado Comité Financiero del Senado, desde donde pudo utilizar todas sus influencias a favor del lobby del petróleo tejano durante casi dos décadas.
En 1987 se le saltaron los colores cuando se descubrió que había aceptado donaciones para su campaña a cambio de favores políticos. Pero no estaba dispuesto a abandonar y zanjó el asunto reconociéndolo y devolviendo los casi 100.000 dólares que se demostró que había recibido.
Lejos de arruinar su carrera, el senador, que con sus votos apoyó la ayuda a la contra nicaragüense, se opuso al control de armas de fuego y redujo las ayudas públicas para el aborto de mujeres jóvenes, se convirtió en 1993 en el secretario del Tesoro en la primera Administración de Bill Clinton. Dos años más tarde se retiraba para dedicarse a proyectos privados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.