_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El universo concentracionario

Joaquín Estefanía

No me refiero con este titular al libro del mismo nombre, tan recomendable, de David Rousset, en el que explica su experiencia en el campo de concentración de Buchenwald, sino al gigantesco proceso de concentración de empresas que está teniendo lugar en los últimos meses. Las cifras de fusiones y adquisiciones del primer trimestre del año son apabullantes: casi un 45% superior al del mismo periodo del año pasado, por un valor que supera los 900.000 millones de euros.

Los últimos ejemplos son espectaculares: la multinacional siderúrgica Arcelor (producto, a su vez de la fusión de la española Aceralia, la francesa Usinor y la luxemburguesa Arbed) acaba de anunciar su matrimonio con la rusa Severstal para crear la primera empresa del mundo en este sector. Esta operación ha tenido un carácter defensivo: evitar la oferta pública de adquisición de acciones (OPA) por parte de Mittal Steel, que quedará por ahora como segunda empresa mundial. Es sorprendente que las suspicacias que provoca en Europa la presencia de la multinacional rusa de la energía Gazprom no se hayan repetido con Severstal. Seguramente porque la siderurgia ya no es considerada un sector estratégico. Pero el propietario de más del 80% de Severstal (que se convertirá en el primer accionista de la empresa fusionada, con el 32% de su capital) es uno de los oligarcas rusos, Alexéi Mordashov, nacido como empresario en el proceso de privatización de la empresa siderúrgica estatal soviética.

La concentración tampoco ha acabado en el sector de las Bolsas. El principal mercado paneuropeo, Euronext (que incorpora a las Bolsas de París, Amsterdam, Bruselas y Lisboa) es asediado por la Bolsa de Nueva York (a su vez, recientemente fusionada con Archipelago, una plataforma de intermediación electrónica) para crear la primera Bolsa transatlántica. Para evitar esa colonización americana, la Bolsa de Alemania también pretende quedarse con Euronext. Y de modo paralelo, la Bolsa de Londres ve cómo el otro gran mercado estadounidense de acciones, el Nasdaq, compra poco a poco porcentajes de su capital, sin descartarse una OPA. La española Bolsas y Mercados Españoles (BME) está pendiente de una junta de sus accionistas para salir a cotizar en el mercado con un tercio de su capital, con lo cual entrará potencialmente en este tráfago de operaciones transfronterizas.

No olvidemos la fusión interfrancesa entre Suez y Gaz de France, que creará la primera empresa europea energética por su volumen de negocio (delante de la alemana E.ON) y la segunda por capitalización, por detrás de la también francesa Électricité de France. Mucha gente se pregunta si se trata de una privatización de GDF o de una nacionalización de Suez.

Las empresas españolas no están ausentes de esta fiebre concentracionaria. Mientras se resuelven las OPA sobre Endesa, Ferrovial sigue luchando para quedarse con el operador de aeropuertos británicos BAA y el Banco Santander acaba de recibir la autorización definitiva para hacerse con el estadounidense Sovereign. Pero la última operación significativa se ha dado dentro de nuestras fronteras: el Banco Sabadell ha comprado al histórico Urquijo, después de haberlo hecho con el Atlántico. Atención a este banquero, Josep Oliu, heredero de su padre en la presidencia del Sabadell, de una nueva generación de empresarios financieros no contaminados por el poder político, y que quiere hacer de un banco mediano un banco grande a través de una política de adquisiciones.

Los bajos tipos de interés y la enorme liquidez son las explicaciones genéricas a la fiebre de fusiones y adquisiciones. Las empresas buscan solventar problemas de dimensión, defenderse de tiburones más grandes o reducir costes a través de las sinergias. Pero la experiencia indica que no todas las uniones de empresas funcionan; seguramente porque, más allá de distintas culturas empresariales, muchas olvidan que más importante que reducir costes es mantener el crecimiento de los ingresos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_