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Reportaje:

Brasil o los 250 cerdos de los Stöckli

La 'canarinha', concentrada en Suiza, pone patas arriba un pueblo de 4.000 habitantes - 54 empresas de la zona han creado una sociedad para explotar el evento - La federación brasileña, que vendió la exclusiva de los ensayos, recibe un millón de euros

El milagro de Weggis, le ha llamado la prensa local a la estancia de Brasil, cinco veces campeona del mundo, en el pequeño pueblo suizo -4.000 habitantes- situado junto al lago Vierwaldstaettersee. "Es una fiesta irrepetible para nosotros, los brasileños que vivimos en Suiza", asegura Florinda Liz. Ella nació al sur de Brasil, pero desde hace casi 15 años vive en Suiza, en Horw, al otro lado del lago, donde trabaja al servicio de una familia. Para Florinda y los miles de emigrantes brasileños en Suiza, la posibilidad de asistir a los entrenamientos de la canarinha resulta una emoción difícil de disimular. Vestida con un top de licra estampado con los colores de la bandera brasileña, agita su falda blanca al ritmo de la samba que escupe el equipo de música de uno de los casi 100 chiringuitos que ocupan la calle Rohlistrasse mientras sorbe una caipirinha. Allí, en el número 34 de la Rohlistrasse, vive la familia de Alice Stöckli. Para ellos desde el pasado lunes no hay fiesta ni milagro a las puertas de su casa, sólo trabajo. Ganaderos, hace ya una semana que compaginan la visita mañanera a las vacas lecheras, con la venta de helados, salchichas asadas en una barbacoa y refrescos durante el resto del día. A sus 250 cerdos los mataron por consejo municipal.

Alice Stöckli: "Me dijeron en el Ayuntamiento que sacrificara a los puercos porque olería mal"

"En enero nos llamaron del ayuntamiento y nos explicaron que vendrían los brasileños. Nos dijeron que había un problema con nuestros cerdos: mis puercos se crían en una ladera que está a medio camino entre el lago y la zona donde está instalada esta feria. Como en esta época sopla el viento que entra por el lago, el olor hubiera molestado a los visitantes a la fiesta. Así que tuvimos que matar a los cerdos antes de lo que es normal". Su vecino, Kurt Gügler, propietario del Elite Garage, lo tuvo más fácil: regenta un concesionario de coches que ha cerrado durante quince días. Ahora vende ensaladas y refrescos a la puerta del comercio. Él también se ha ahorrado los 500 euros que paga cada uno de los mas de 100 chiringuitos instalados en los alrededores del Thermoplan Arena, por una parcela de apenas 20 metros cuadrados. "El negocio será bueno si no llueve", confiesa un vendedor de prezl, típico panecillo alemán.

Según un portavoz de la Weggis Event, sociedad creada para la ocasión en la localidad por 54 pequeñas empresas, el presupuesto es de un millón de francos suizos. "Hemos construido el campo de entrenamiento, con capacidad para 5.000 espectadores, que se llena a diario, un gimnasio y nos encargamos de la manutención el equipo en un hotel de la localidad". No tendrán pérdidas, dicen, porque el impacto publicitario que tiene la presencia de Brasil es extraordinario: "No tiene precio", asegura. El millón de euros que ha cobrado la CBF por venir hasta Weggis lo ha pagado KentaroGroup, empresa de grestión deportiva con sede en Londres. "Por ese precio, Brasil juega un amistoso en el portal de tu casa", reconoce un veterano periodista de Río de Janeiro, que afronta su quinto Mundial. "Antes, Brasil generaba la misma expectación, pero desde el 98 ha aprendido a rentabilizarlo", asegura. En 1998, Nike entró en la vida de la canarinha.

KentaroGroup organiza amistosos en Europa para Brasil desde hace un par de años. Ya ha firmado uno para el 28 de agosto próximo, en Noruega, y ahora rentabiliza su inversión gracias a la comercialización del impacto mediático de las sesiones preparatorias. No da cifras, pero se ha publicado que tendrá unos beneficios netos de 15 millones de francos suizos. Tampoco lo desmiente Philipp Huber, responsable máximo de la KG en Weggis, aunque matiza: "No llegará a tanto". Y añade: "Lo importante es el espectáculo", sostiene. El espectáculo es ver entrenase a Ronaldo, así que según el contrato firmado en su día, el seleccionador, Carlos Alberto Parreira, no puede cerrar las puertas a los aficionados. Da igual si, como sucedió el pasado viernes, por la tarde, una chica burla los controles policiales, salta al terreno de juego y se abalanza sobre Ronaldinho mientras el gaucho realiza ejercicios de estiramiento. Al día siguiente, se supone que como protesta, Brasil pasó casi toda la mañana en el gimnasio. Por la tarde, cuando fue evidente la mejora en el dispositivo de seguridad, volvió a pisar el campo de entrenamiento.

"Ejercitarnos con público no es un problema para nosotros, estamos acostumbrados", asegura el capitán de la selección, Cafú, que afronta su cuarto mundial. "Sentir el calor de la afición nos motiva", insiste Parreira. Incluso Tostao le da la razón. Vivió como futbolista los Mundiales de 1966 y de 1970 y desde entonces los ha seguido como comentarista del Folha de Sao Paulo: "En nuestra época los seguidores no pagaban por vernos entrenar, pero también llenaban los campos donde lo hacían. El futbolista brasileño esta preparado para eso", apunta.

Con una bandera del Gremio de Porto Alegre anudada al cuello, un seguidor muestra, desesperado, un vistoso cartel en los accesos al campo: "I need tickets". Más tarde, se le vio en la grada. Tal que en una final de la Champions, en Weggis también funciona la reventa. Los tickets para acceder a las sesiones de entrenamiento se acabaron en 48 horas. Costaban 20 francos suizos. Sólo en algunos hoteles a orillas del lago, los más caros, los clientes pueden comprarlos en la recepción. Desde Brasil la hinchada sigue los entrenamientos a través de O'Globo, que los emite en directo. La TV brasileña han comprado en exclusiva los derechos sobre las imágenes de la selección en Suiza y emite en directo los entrenamientos para su canal por cable. En abierto, 50 millones de personas verán el amistoso del miércoles contra una selección de la zona.

En Weggis, más de 700 periodistas dan cuenta de las andanzas de Ronaldo y compañía. Al mediodía comen salchichas asadas entre suizos vestidos con la zamarra amarilla de Brasil y brasileños que piden cerveza en alemán. Las autoridades locales calculan que más de 67.000 personas han pasado en una semana por el pueblo. Sin ir más lejos, el pasado sábado en un festival de samba se congregaron 20.000 personas -jamás hubo tanto público en la historia del pueblo, según un comunicado oficial-. No huele a cerdo y la samba no cesa. Sin duda, es el milagro de la canarinha en Suiza.

Una aficionada se lanza sobre Ronaldinho en el entrenamiento del pasado viernes.
Una aficionada se lanza sobre Ronaldinho en el entrenamiento del pasado viernes.ULY MARTÍN
Un grupo de samba en las calles de Weggis.
Un grupo de samba en las calles de Weggis.ULY MARTÍN

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