El Madrid no está para nada
El Barça arrolla al equipo blanco, impotente y en el que Bullock no anotó hasta casi el final
No hay serie dramática, ni enfrentamiento a cara de perro ni ninguna cosa que se le parezca. Para ello se necesitan dos equipos y el Madrid no está para nada. No le faltan coartadas en forma de mala suerte, que la ha tenido, sobre todo a la hora de encarar el momento cumbre de la temporada. Pero de la misma forma quedan en el aire otras cuestiones menos puntuales como la formación del equipo y alguna que otra decisión hecha sobre la marcha, que desde luego, no ha resultado ni medianamente eficaz. El supuesto gran choque de los cuartos de final tiene toda la pinta de resolverse por la vía rápida, dejando a los blancos en una situación nefasta. Fuera de la defensa del título y apeados de la Euroliga de la próxima temporada. De la misma forma que el Barça se está enganchando a la fiesta iniciada por sus compañeros futbolistas, el Madrid también lleva camino de terminar el año a imagen y semejanza de sus colegas del Bernabéu. Desorientados, impotentes, casi deseosos que termine el suplicio.
REAL MADRID 70 - W. BARCELONA 88
Real Madrid: Sonko (2), Bullock (10), Fisher (10), Reyes (19), Hernández Sonseca (5) -cinco inicial-; Hervelle (8), Videnov (4) y Scales (12).
Barcelona: Williams (17), Navarro (9), De la Fuente (5), Fucka (14), Marconato (9) -cinco inicial- Grimau (7), Basile (12), Kakiuzis (5), Trias (6), Sato (3) y Gasol (1).
11.800 espectadores en el Palacio Vistalegre.
4º CUARTO
3º CUARTO
2º CUARTO
1º CUARTO
18-14
15-25
15-18
22-31
El supuesto gran choque de los cuartos tiene pinta de resolverse por la vía rápida
Lo que son las cosas. Resulta que Unicaja, Tau, Barça y DKV Joventut se pasaron las últimas jornadas de la temporada regular elucubrando para librarse del peor enemigo posible, y al final era el chollo. Si desde Septiembre ha sido un equipo descompensado por la falta de un base con criterio y un pívot que aliviase la presión sobre los tiradores, las enfermedades y lesiones de Rakocevic, Tomas y Hamilton lo han dejado hecho un guiñapo. Lo apuntaron en el Palau el pasado viernes, lo confirmaron en el segundo acto. Con los últimos acontecimientos el Madrid no sólo ha perdido jugadores importantes, sino también el principal valor sobre el que asentó su inesperado éxito de hace un año. La convicción en ser capaces, de pasase lo que pasase, por lo civil o por lo militar, terminar llevándose la victoria. Sin esa fundamental gasolina, unida a la falta de argumentos técnicos, el Madrid se ha convertido en un equipo todo lo alejado que se quiera de resultar competitivo.
El partido terminó casi en el primer cuarto. Al observar el quinteto que colocó Maljkovic en cancha, con Fisher en la dirección y Sonko y Bullock como aleros, parecía que la tarea de vigilar a esa bestia negra madridista que responde al nombre de Navarro iba a recaer en Sonko, el mejor especialista. Pero fue Bullock, y aunque el alero blaugrana no se pareció en casi nada al del viernes, provocó un hecho de importancia. En unos pocos minutos, Bullock se iba al banquillo con dos faltas y cero puntos. En cualquier circunstancia, esto es un problema para el Madrid. Hoy en día resulta un hecho de incidencia capital, pues su ausencia deja huérfano a su equipo del único anotador de garantías. Bullock nunca se recuperó anímicamente, hasta el punto de anotar sus primeros puntos en el minuto 28 de partido, cuando ya el Barcelona se había colocado en la barrera de los diez puntos de diferencia. Pensar que el Madrid actual iba a poder plantar batalla en esta tesitura era casi ciencia ficción. La cuestión consistía en averiguar cuanto duraría en su lucha contra lo imposible. Aguantó casi demasiado, gracias sobre todo a Reyes en lo positivo y a Williams en lo negativo. Una vez más el base azulgrana se enrolló él solito y sus errores, sobre todo en el tercer cuarto los aprovechó el Madrid para llegar al último con una lejana posibilidad de victoria (48-57). Su esperanza duró un minuto. Lo que tardó Williams en enmendar en parte sus fallos anteriores y meter dos triples consecutivos. Cuando encadenó el tercero, el partido estaba ya visto para sentencia (52-68, minuto 35). A pesar de la victoria, el Barça sigue sin rodar fino. El peso en el juego de Williams resulta excesivo, teniendo en cuenta lo poco fiable que resulta. Un día juega para el equipo, otro para él, se pelea consigo mismo para acto seguido decidir el partido. Estos vaivenes, en un alero o pívot pueden resultar subsanables. Cuando se trata del base, el peligro es evidente, por lo que no es de extrañar el mayor protagonismo que otorga Ivanovic a un entonado Grimau.
Queda un tercer acto, el viernes en Barcelona, pero nadie, ni siquiera los jugadores del Madrid, se sienten capaces de hacer la hombrada, por lo que la temporada se extingue sin ninguna buena noticia. Al fin y al cabo, es el sino de este club en una temporada descorazonadora.
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