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Reportaje:

Divertirse con la comida sana

La Tamborinada 2006 organizó talleres y concursos para fomentar la alimentación saludable entre los jóvenes

¿Quién dijo que no se puede jugar con la comida? La Fundación La Roca celebró ayer la 29ª edición de la Tamborinada con la intención de acercar la comida sana a los más pequeños. Lo hizo organizando todo tipo de talleres, gincanas y pruebas en que la buena alimentación era el tema principal. El nombre lo resumía todo: Tamborinada a la Carta.

Dibujar y recortar dibujos de vegetales, hacer magdalenas o crear el propio pincho de fruta y decorarlo con un chorro de sirope de chocolate fueron algunas de las actividades de las que disfrutaron las familias que acudieron al parque de la Estació del Nord de Barcelona, donde se celebraba la Tamborinada 2006 porque el de la Ciutadella sigue en reformas.

Miles de asistentes acudían a la estación no para coger un autobús, sino para pasar el día en familia y disfrutar de las actividades que les tenían preparadas las asociaciones y los esplais que participaron en el evento. Nada más entrar en el parque, los niños se soltaban de la mano de sus padres y corrían hacia unos juegos de mesa de grandes proporciones que les daban la bienvenida o se lanzaban en el interior de un dragón que había instalado la Agrupació de Colles de Geganters de Catalunya.

Al avanzar un poco más, los asistentes se sumergían en un mundo de fresas, plátanos, kiwis y todo tipo de alimentos saludable. Las asociaciones prepararon juegos para que pequeños y mayores disfrutaran de la fiesta. Los niños participaron en gincanas en las que se trataba de hacer un batido y un pincho de frutas. O corrían por un circuito de obstáculos para llevar un trozo de fruta a la boca de una cartulina mientras unos donuts de plástico intentaban entorpecerles el paso. Todo tipo de juegos ya conocidos, pero que tenían como transfondo intentar inculcar a los jóvenes la importancia de seguir una alimentación saludable.

Aunque los juegos iban dirigidos a los más pequeños, hubo bastantes jóvenes que se apuntaron a concursar en las gincanas. También las personas de la tercera edad entraban en las carpas de los esplais para poder comerse su propio pincho de fruta y hacerse su propia colonia con esencias y semillas. Eso sí, animando a sus nietos a participar para no quedarse solos.

Tampoco faltaron los payasos, cabezudos, cuentacuentos, marionetas y una compañía de teatro para niños, que proponían actividades más tranquilas, lo que aprovechaban los padres para descansar un rato y sentarse a escuchar las historias sobre alimentación, derechos de la infancia y ejercicio físico que les contaban. El descanso duraba poco, ya que a los cinco minutos los críos ya demandaban más acción.

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Hubo algunos que sí encontraron el modo de aislarse. Diez personas se juntaron bajo la sombra de los árboles para realizar sus ejercicios de tai-chi, intentando relajarse y encontrar la paz interior mientras a escasos metros varios chicos hacían escalada o participaban de la fiesta de la espuma. Todos parecían haber cumplido sus objetivos. La organización se felicitaba porque habían conseguido que cientos de niños se sintieran atraídos por la comida saludable de un manera lúdica. Los chavales habían pasado un rato agradable y los padres también al ver cómo se puede compaginar lo lúdico con lo educativo.

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