Momentos zen
Pocas veces como esta semana hemos logrado tantos minutos de oro en las televisiones del mundo, tantos picos de audiencia universal por eventos caseros, tantas picas clavadas en los Flandes catódicos de la globalización. Desde Alonso hasta el Barça, desde Nadal hasta Pedrosa y Almodóvar, el share del planeta audiovisual vibró con imágenes españolas. El problema, luego de la gran resaca y con la adrenalina nacionalista extenuada, consistiría en preferir una imagen, sólo una, entre las miles que produjimos y exportamos esta misma semana. ¿Cuál fue el mejor momento en esta histórica avalancha de eventos locales de consumo global?
Habrá teorías para todos los gustos, pero apostaría a que la imagen que pasará a la historia es la de Belletti. Pero no el rabioso gol esquinado que le asestó a Almunia entre las piernas, sino la secuencia de una hora después, cuando todo se había acabado. Con un Belletti en plena abstracción budista y en chanclas, que es el calzado de la meditación zen, paseando lentamente por el césped y con el estadio de Francia en silencio. Y ya hay dos teorías. Una sostiene que Belletti, además de sus calidades atléticas, también es un mago de la comunicación global, porque a nadie se le había ocurrido celebrar las millonarias descargas de adrenalina que provocó su gol desde los viejos ritos del sosiego oriental. La segunda defiende que Belletti es un buen chaval ajeno a las triquiñuelas del marketing, que primero le dedica el gol a su bebé y luego, agobiado por la orgía de cava, necesita fugarse al césped a rumiar el instante y eliminar estrés, sin sospechar que allí estaban las cámaras de Canal + y la pluma de Segurola. Al menos para mí, quedará el momento zen de Belletti. Porque la imagen de Alonso en Montmeló, subido al bólido imitando gestos de La Masa, no fue más que un desfogue juvenil de videojuego. Lo extraordinario de Nano fue lo ordinario, otra vez. Mantener la calma zen a 300 km / h; como por cierto también hizo Almodóvar a bordo de la alfombra roja de Cannes.
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