_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Peligros en el centro

Emilio Ontiveros

El mundo vive una larga fase de estabilidad financiera. Hace años que las finanzas internacionales no registran tensiones, crisis, equivalentes a las vividas en los últimos años de la pasada década. La asiática, en el verano de 1997, y su propagación a Rusia, fue la última de las grandes crisis financieras vividas en el siglo veinte. A punto estuvo, recuérdese, de afectar seriamente al sistema financiero estadounidense a través de la bancarrota en la que entró el entonces más importante hedge fund, el Long Term Capital Management, objeto del salvamento coordinado por la Reserva Federal estadounidense para evitar males peores.

El centro, entonces, estuvo a punto de verse directamente dañado por ese efecto contagio que ha caracterizado los distintos episodios de las modernas crisis financieras. La evidente incapacidad para anticiparlos y la localización del epicentro de los seísmos en economías en desarrollo, en la periferia, han sido los otros denominadores comunes de esas convulsiones financieras, además de unas muy severas consecuencias económicas y sociales.

La transición de un escenario con tipos de interés históricamente bajos en el mundo a uno más adverso inquieta a los inversores en acciones

Ahora, la inquietud no sólo es menor, sino que, en cierta medida, se ha desplazado al centro. Las llamadas economías emergentes, las exportadoras de petróleo incluidas, presentan hoy importantes superávit en la cuenta corriente de sus balanzas de pagos, posiciones fiscales significativamente saneadas, acumulan cuantiosas reservas de divisas y, en definitiva, exportan capitales. El importador mayoritario de ese ahorro es Estados Unidos. Su déficit por cuenta corriente, del 7% de su PIB, equivale al 1,5% del PIB mundial. Eso significa que la principal economía del mundo absorbe aproximadamente el 70% de todos los flujos de capital globales. Algo más que una paradoja: un nuevo factor de riesgo, bajo la eufemística caracterización de "desequilibrios globales".

En esa capacidad de absorción de capitales de la economía estadounidense, los atributos de sus mercados financieros (su amplitud, profundidad, flexibilidad y sofisticación) juegan un papel de primer orden, como lo hace la rentabilidad de los fondos allí invertidos. El favorable diferencial de crecimiento económico y el de los tipos de interés a todos los plazos frente a los de la eurozona y Japón no es menos relevante en la definición de ese magnetismo. La cuantía de estos últimos debe jugar un papel particularmente importante a tenor de la composición de esos flujos de capital en los últimos años. La inversión directa extranjera ha perdido peso específico y lo han ganado los fondos destinados a títulos de renta fija, deuda pública, en concreto.

Si Estados Unidos no registrara avances significativos en la reducción de su desequilibrio exterior, las facilidades para captar la financiación necesaria serían menores: podría verse obligado a elevar la remuneración de los instrumentos con los que capta ese ahorro mundial, a subir aún más los tipos de interés. Y eso no es bueno. No lo es para el Gobierno americano ni para las familias altamente endeudadas de aquel país.

Tampoco lo sería para el resto de los países, que antes o después se verían obligados a acompañar esas tensiones en el precio del dinero. Ésa ha sido una de las inquietudes que han podido deducirse del encuentro internacional organizado la pasada semana por APD, con ocasión de su 50º aniversario, en términos muy similares a los manifestados por el Fondo Monetario Internacional en su último World Economic Outlook.

La transición desde un escenario de favorables condiciones financieras, con tipos de interés todavía históricamente bajos en todo el mundo, a uno que resulta más adverso, inquieta también a los inversores en acciones, como hemos tenido ocasión de verificar en las últimas jornadas. El detonante de esas cuantiosas correcciones en las bolsas, los mayores registros inflacionistas, puede ser sólo el pretexto para una normalización en la valoración de los riesgos. En la limitación de su alcance ahora no es precisamente a las economías periféricas a las que les corresponde dar muestras de conducción a la ortodoxia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_