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LA NUESTRA
Columna
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El pequeño futuro

No es que estemos haciendo grandes adelantos en la predicción de nuestro futuro, sino que nos estamos trabajando la creencia en un futuro que es, naturalmente, una proyección idealizada del presente. Y nos lo vendemos a nosotros mismos con una publicidad optimista; son las ventajas de idealizar, muy superiores a los inconvenientes que traería a nuestro modo de vida la renuncia a la manipulación de lo que nos decimos y nos prometemos y nos dejamos ver. Somos clientes dispuestos a pagar lo que se nos pida por acceder a ese futuro de cuya ensoñación formamos parte.

Y parece que una de las cosas que están más avanzadas en la preparación de ese futuro es que la televisión, no sólo como la conocemos ahora, llegará a formar parte de nuestras vidas en términos cualitativa y cuantitativamente mucho más importantes. Ayer, el enigmático suplemento EP3 de este periódico, hablaba de la televisión del futuro en un artículo introducido con el reclamo de Muerte al cátodo, viva la democracia. En realidad, de lo que se trata es de que cada vez tenemos (ya) a nuestro alcance más dispositivos a través de los cuales acceder a programas, informaciones o juegos de nuestro interés, y que esos nuevos dispositivos (móviles, consolas portátiles, etc.) tienen sobre la televisión la extraordinaria ventaja de viajar con nosotros y facilitarnos un acceso instantáneo a lo que queremos ver, sin necesidad de seguir repitiendo la escena del sofá o la lucha por el mando a distancia.

Naturalmente, eso tiene a su vez dos connotaciones a cuyo significado habrá que estar atentos. La primera se refiere a las condiciones que los nuevos soportes imponen a lo que puede pasar a través de ellos: por ejemplo, el predominio lógico de los primeros planos, la duración limitada a un máximo de tres minutos (porque se trata de soportes portátiles que permiten "ver" algo en cualquier parte, caminando). En el reportaje de Patricia González en EP3, un productor da una razón para minimizar esos inconvenientes: "La gente busca una gratificación inmediata". La frase deja adivinar qué tipo de público se está buscando, y además apunta a otro fenómeno de mayor alcance: no hay que estar en la habitación con la familia para ver algo parecido a la televisión.

Esa es la segunda connotación: la capilaridad infinitamente mayor de la transmisión de contenidos. No sé si es posible decir que lo que está llegando es una televisión íntima, solitaria (¿recuerdan cuando en España la veíamos en teleclubs?), y ese cambio de hábitos no dejará de tener otro tipo de consecuencias. Probablemente las concentraciones para ver el fútbol sean el caso de televisión vista en público que más tarde en extinguirse, de la misma forma que entre los motivos de la gente para salir en grupo a la calle el fútbol es ya el más frecuente, muy por delante de los demás. Puede que esto tenga una ventaja: si la familia arrumba el trasto enorme que hoy es la tele, ya no podrá confiarle la educación de sus crías a ese canguro gratuito que es hoy. Y no estaría mal eso.

Por lo que se refiere al presente, no hay grandes noticias. Siguen en antena cosas injustificables que se ven en una pantalla enorme.

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