Regreso a las catacumbas
La jerarquía de la Iglesia se refugia en la ortodoxia doctrinal para promover una campaña de evangelización contra lo que percibe como una ofensiva anticlerical en España
El catequista Nacho Goicoechea, de 24 años, prepara la confirmación de un grupo de adolescentes dispuestos a recibir el sacramento católico que otorga un don del Espíritu Santo, para afianzar la fe, a los bautizados con un compromiso cristiano permanente. La confirmación es la ratificación del sacramento del bautismo, recibido por más del 90% de los españoles. "Algunos vienen como si fueran a clase de piano. Es bastante descorazonador", reconoce Goicoechea, periodista en un gabinete de comunicación. "Un joven que afirma creer en Dios en estos momentos es como si fuera un pringao. Por eso a los chavales les cuesta decir en voz alta que se van a confirmar; casi tienen que decirlo bajito, avergonzándose".
La transición española logró romper el mito que identificaba al católico con la derecha política
"También los obispos intervienen en cosas que no entienden suficientemente, como la genética"
Algunos teólogos abogan por debatir sobre la presencia de lo divino en la naturaleza humana
Goicoechea y otros cursillistas comentan a los chicos que ser cristiano en una sociedad donde prima el ateísmo, la indiferencia o el hedonismo, tiene ahora casi tanto mérito como serlo durante las persecuciones anticristianas del siglo I. Los primeros cristianos utilizaron entonces las catacumbas, cementerios subterráneos, para orar. No sepultaron sus creencias en aquellos refugios, sino que en ellos encontraron fuerzas para afrontar las pruebas de la fe. La libertad religiosa está garantizada por la Constitución de 1978, pero la jerarquía católica percibe una ofensiva anciclerical en España y también se refugia en la ortodoxia doctrinal para afrontar las pruebas de la fe de los nuevos tiempos. "Hace 30 años, el mérito era decir que no ibas a misa porque te miraban fatal; ahora es decir que vas a misa, pero decirlo creyéndolo. Ahora se puede ser revolucionario siendo cristiano", agrega Goicoechea. El catequista reconoce que el católico joven "no suele tener muy buena imagen porque se le vincula a sectores muy conservadores del Opus Dei y, además, lo que está de moda es ir en contra, pasar, no creer en nada". Apuesta, sin embargo, a que "la figura de Jesús hombre, revolucionario, que cambia las cosas y el mundo, que se rebela ante lo que no tiene que ser, es la figura que podrá atraer a los jóvenes".
El catolicismo vaticano no es ahora muy atrayente. Parece atestiguarlo el acelerado alejamiento de la fe cristiana de la cultura pública. Teólogos y seglares próximos a la teología de la liberación debaten sobre los misterios de la fe: verdades superiores a la razón que han de ser creídas aunque no puedan comprenderse; se preguntan sobre la virginidad de María, madre de Dios, o cuestionan la infalibilidad del Papa. Piden a la jerarquía menos fijación en las restricciones sexuales, y más atención a la exclusión social, a las injusticias, a las guerras o el hambre. La imparable secularización de la sociedad revela una crisis en la relación de la persona con el misterio de Dios, una quiebra entre la fe y la vida, y un divorcio entre el rumbo de la Iglesia católica y el grueso de la sociedad. "Y la instrucción pastoral de abril rompe todos los puentes de diálogo con la cultura moderna, con otras religiones y hasta con los sectores católicos medianamente críticos", dice Domingo Gómez, portavoz de las Comunidades Cristianas Populares de Andalucía.
La instrucción pastoral Teología y secularización en España. A los 40 años de la clausura del Concilio Vaticano II, publicada por la Conferencia Episcopal Española (CEE), menciona la difusión de planteamientos teológicos "deficientes" como uno de los problemas que aquejan a la Iglesia católica, en cuyo seno millones de católicos actúan en el orden moral de acuerdo con la propia conciencia. "La conciencia no es una fuente autónoma para decidir lo que es bueno o malo", señala el documento. No sorprende, pues, que la CEE observe la vigencia de un ámbito cultural poscristiano que se propone vivir "como si Dios no existiera".
Los obispos no están dispuestos a complicidades con ese entorno. Los prelados actuales actúan más conservadoramente que aquellos que apoyaron la instauración de la democracia en España, según los analistas. Pero eran otros tiempos y otras circunstancias. No intentaron entonces la formación de un partido confesional, de un bloque ideológico contrario a las fuerzas que pugnaban por el pluralismo. La transición había logrado romper el mito de que ser católico y ser de derechas era una misma cosa. "La línea que está siguiendo la jerarquía lleva de nuevo a una identificación entre ser católico y ser de derechas (el Partido Popular y el episcopado han coincidido en la denuncia de determinadas políticas gubernamentales del PSOE), lo cual yo creo que no le hace ningún favor a la derecha, ni al catolicismo", sostiene el teólogo jesuita Juan Antonio Estrada, expulsado por Roma de su cátedra en el año 1988.
Hace 18 años, el Vaticano destituyó a dos profesores españoles de Teología de la Universidad de Granada, los jesuitas Estrada y José María Castillo, por sus opiniones sobre la naturaleza de la Iglesia y sobre el misterio de la Santísima Trinidad, central en la vida cristiana: en Dios hay tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo; sin embargo, no hay tres Dioses, sino uno solo. La Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe (Santo Oficio entre los años 1542 y 1965), presidida desde noviembre del año 1981 hasta abril de 2005 por el cardenal Joseph Ratzinger, actual papa Benedicto XVI, consideró sus criterios incompatibles con el magisterio de la Iglesia. El teólogo palentino Juan José Tamayo fue condenado en el año 2003 por supuesto arrianismo: negar la divinidad de Jesucristo. El redentorista Marciano Vidal, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, había sido amonestado dos años antes por sus escritos sobre sexualidad y moral. Otros religiosos también fueron apercibidos por apartarse de la ortodoxia en sus parlamentos o escritos.
La defensa de la doctrina es una cuestión de principios para el episcopado. Monseñor Manuel Ureña, arzobispo de Zaragoza, denuncia aquellas teologías que, según afirma, no están al servicio de la fe, para hacerla más comprensible. "La teología es el método. Mire usted si usted tiene que llegar de aquí (Guadalajara) a Madrid. Tendrá que buscar un autobús, un tren, una avioneta o lo que sea, pero hay que llegar a Madrid". "Pero hay muchas teologías que no se dan cuenta de que la teología es un tren o un autobús, un medio para llegar a diagnosticar lo que es exactamente la fe", precisa. "Por tanto, lo que la teología no puede hacer es tomar la fe cristiana y tergiversar lo que es. No cumplen la función de explicar, hacer comprensible la verdad teologal, pero guardando la identidad de la verdad teologal (que explica su origen en Dios)".
Los cristianos pueden vivir tranquilamente en una sociedad plural que busque la verdad, aunque sea por diferentes caminos, según el arzobispo de Zaragoza. "El problema es que lo que subyace al pluralismo actual es el nihilismo, que destruye al hombre. Hay una concepción a priori según la cual es imposible llegar al conocimiento de la verdad de las cosas sencillamente porque esa verdad no existe. Y esto en virtud de unos presupuestos culturales que vienen del pensamiento posmoderno actual". El cristiano tiene que "abrir bien los ojos y adoptar antes ese pluralismo un actitud recia, de resistencia, profética".
La Conferencia Episcopal Española (CEE) anima a los católicos a defender públicamente la fe porque soplan vientos muy desfavorables: el Gobierno del PSOE es percibido como abiertamente anticlerical. El catolicismo seglar afín al episcopado también convoca al activismo allí donde pueda resultar eficaz: en la política, entre los amigos o en el trabajo. El eurodiputado Jaime Mayor Oreja, vicepresidente del Grupo Popular Europeo, instó en unas jornadas teológicas a dar la cara. "No basta con un diagnóstico pesimista de la sociedad en que vivimos, ni siquiera basta un diagnóstico pesimista de nuestro papel en la sociedad. Estamos obligados a hacer más, a dar pasos adelante". Lo importante para el senador Antonio Román, del PP, médico, no son las encuestas que certifican un abrupto descenso del cumplimiento del precepto dominical, sino empeñarse en la extensión de los principios cristianos en toda la sociedad occidental. "El ser católico no es algo fácil en una sociedad con tintes cada vez más materialistas. Eso es evidente. Lo que tengo claro es el ser católico no privativo del ámbito privado. Tiene que salir al ámbito público. Hay que profundizar en ese 75% de padres que elige la asignatura de religión para sus hijos". "El tratar de racionalizar al máximo, yo creo que es algo que es imposible. Yo soy también muy cartesiano y trato de racionalizar, pero hay principios de que hay veces que nos vienen dados como un don".
Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan Carlos, es taxativo: "Yo creo que el busque una religión cómoda, pues alguna habrá... Pero yo, leyendo el evangelio, no creo que lo que allí se predica sea la comodidad precisamente". Dentro del colectivo de católicos comprometidos se encuentra Alfredo Dagnino, letrado del Consejo de Estado, Patrono de la Fundación S. Pablo-CEU y consejero local de Madrid de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP). "Hoy ser cristiano en la vida pública es ir contracorriente, pero que un católico preste su testimonio, bien de manera individual o colectiva, es una herramienta fundamental. Hay un reto en España que es fortalecer la sociedad civil y vertebrarla. Será un proceso largo, pero hemos empezado a articularlo".
Profesor de Derecho Político y Administrativo, observa "un proceso de descristianización radical en Europa y España que obedece a diversos factores, pero tampoco es casualidad. Desde los poderes públicos se ha llevado una campaña que ha contribuido a esa descristianización. Eso es verificable empíricamente".
"El positivismo ha ido impregnando Occidente desde el siglo XIX y después el relativismo cultural que vivimos", subraya Dagnino. "Y no necesariamente tenemos que enfocar el análisis desde una perspectiva confesional". El consejero de la ACdP afirma que hoy se niega la existencia de una sola verdad, pese a la existencia de aspectos básicos en la vida del hombre que son vertebrales de su razón de ser: la dignidad, los derechos naturales, anteriores al Estado. "El matrimonio, por ejemplo, o la propiedad son realidades naturales que trascienden al hombre y al Estado. Todas estas cosas, yo creo que es lo que se está perdiendo". Dagnino defiende una cerrada defensa del sentido trascendente de la vida y de la doctrina del episcopado, porque "ni la propia Iglesia puede disponer de los principios evangélicos, sobre los que hunde sus raíces la teología católica".
Los teólogos y cristianos contrarios al rigor doctrinal del Vaticano y a la rigidez de la última instrucción pastoral de la CEE sostienen, por su parte, que la jerarquía vive atemorizada por la modernidad y ajena a la existencia de un auténtico cisma entre las orientaciones de la cúpula eclesial y las necesidades de los agentes pastorales de base y de la propia grey. El teólogo José María Castillo asume los dogmas, pero no renuncia a la discusión de cuestiones no dogmáticas, y sí disputadas. Cita el alcance del diálogo del cristianismo con otras religiones, o cómo hay que entender la presencia de lo divino, trascendente o sobrenatural en lo humano, en la vida. "Otras cuestiones se refieren a la ética: ¿realmente no se debe usar el preservativo para evitar males mayores?, ¿se puede afirmar así sencillamente que la masturbación sin más es un pecado y está condenado? Quiero decir que son problemas que afectan mucho a la vida de la gente y no puede decirse que sean cuestiones de fe".
Jesús Peláez, catedrático de Filología Griega de la Universidad de Córdoba, tiene la impresión de que los obispos "están en otro mundo". "Tienen mucho miedo a perder el control tanto interno como externo, y el poder dentro de la sociedad. Y no hay una mentalidad democrática para aceptar que vivimos en una sociedad civil que debe regirse por principios civiles", señala. "En la Iglesia católica, aunque a mí me gusta hablar de Iglesias porque hay varias, hay un cisma real. Del cura de pueblo al seglar, hay muchísima menos distancia ideológica que del obispo al pueblo, en pensamiento y en comportamiento ético". Según Peláez, la jerarquía está acostumbrada a la obediencia ciega. "Les pasa lo mismo a los políticos, que son organismos de poder. No les interesa que la gente piense, porque el pensamiento es crítico e incomoda. Las cosas pensando tardan más en hacerse que sin pensar".
Escritor, conferenciante y teólogo, Enrique Miret Magdalena no cree en el Dios del catecismo eclesial, sino en el Dios que considera impulso creador de todas las cosas hacia mejor. "Los cristianos no somos ovejas mudas. Tenemos que dar nuestra opinión y los obispos deben acostumbrarse. Ellos también intervienen en cosas que no entienden suficientemente. Todos los problemas, por ejemplo en relación con la ciencia, con la revolución genética, pues a veces están diciendo cosas que no son de ninguna manera aceptables científicamente".
El teólogo palentino Juan José Tamayo lamenta que la Conferencia Episcopal, "cuyas integristas tesis van incluso por detrás del Concilio Vaticano II", dogmatice sobre cuestiones opinables, fuera del depósito de la fe, para impedir el pensamiento crítico y la discusión interna. "Pero los agentes de pastoral y los sectores parroquiales son más abiertos que Rouco (cardenal de Madrid, Antonio Rouco) y Cañizares (arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, Antonio Cañizares). No les siguen. Hacen oídos sordos y siguen su propio itinerario, su propio camino". Tamayo descubre dos teologías políticas: la que legitima religiosamente el fundamentalismo económico y el autoritarismo político, y la que sintoniza con los movimientos alternativos y propone un discurso profético de la fe en medio de la laicidad. Su obra Adiós a la Cristiandad aborda esa problemática. "Decía Unamuno que 'pensar es llorar', pues hacer teología en España es llorar", subraya.
Bien lo saben los expulsados Estrada y Castillo. El primero piensa que los principios eclesiales deben explicarse teniendo en cuenta el contexto y el momento histórico. "Muchas veces caemos en una moral de principios que no atiende a las consecuencias". "Los obispos", añade, "viven un poco en una burbuja eclesiástica, sin una concepción realista de lo que está pasando en la sociedad y en el mundo".
Los especialistas indican que la minoría tradicionalista del Concilio Vaticano II se transformó en mayoría en el posconcilio, y no es previsible una apertura doctrinal del nuevo Papa, según los vaticanistas. Para José María Castillo, la situación de la Iglesia católica responde a los profundos cambios ocurridos en las sociedades avanzadas, constitucionalmente laicas y democráticas, y a la existencia de un pluralismo que acoge a gentes de credos y culturas diferentes. "La Iglesia no admite esas realidades", afirma Castillo. El investigador del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Andrés-Gallego, niega que haya una crisis religiosa. "Hay crisis de la Iglesia como institución. Se abandona la asistencia a misa, pero la mayoría de la gente sigue rezando, cada uno a su manera". ¿Por qué? "Probablemente, la respuesta no esté en la propia Iglesia ni en relación exclusiva con ella, sino con una especie de tendencia a encauzar la vida fuera de las instituciones, aunque sea por medio del engaño de ofertas consumistas que son, en realidad, instituciones".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.