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Crónica:FÚTBOL | 37ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Al Valencia se le escapa el segundo puesto

Un Atlético muy serio planta cara en Mestalla, que acaba abucheando a Cañizares por perder tiempo

El Valencia se encontró a un Atlético muy serio que le jugó sin ningún complejo en Mestalla. Cara a cara. El choque anduvo siempre en un hilo sin que ninguno expresara una superioridad manifiesta. La ansiedad pudo con los chicos de Quique, que ven cómo se les escabulle el segundo puesto, mientras los de Murcia, de perdidos al río, parecieron más relajados. Mestalla se despidió de Carboni y se reencontró con Vicente. Y, entremedias, pagó la mala noche de Aimar. El Atlético quiso demostrar que, por muy mala temporada que haya pasado, se trataba de un equipo histórico en casa de otro. Mestalla arremetió al final contra Cañizares, que se dedicó a perder tiempo pensando en su trofeo Zamora: veía más cerca el gol rojiblanco que el de su propio equipo.

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Lo primero que consiguió el conjunto de Murcia, al cuarto de hora más o menos, fue imponerse en el centro del campo. Bien por acumulación de hombres o bien porque estuvieran más juntos que sus rivales. En cualquier caso, los gestos desesperados de Albelda no podían ser más expresivos: pedían a sus compañeros que les ayudaran a él y a Baraja, que no daban abasto. Ni Aimar ni Angulo, muy abiertos, participaban como se les requería. La consecuencia fue que, a la media hora, Mestalla ya estaba de los nervios. Lo mismo que los jugadores, que empezaron a lanzarse reproches. Algunos más gruesos que otros. Justo en el momento de pitar el descanso, Mista tuvo que saltar del banquillo para parar a Villa. Este se iba a por Aimar, que le había mandado callar con el índice cruzándole los labios. Definitivamente, los malos modos han entrado en el vestuario valencianista, y no parece casualidad que sea en la semana en que el presidente, Juan Soler, se cargó al director deportivo y al general. De un plumazo. De la manera más inoportuna, como criticó Quique Flores.

Y eso que el Valencia había arrancado muy enchufado de la mano de un Villa espectacular. Primero retó a Pablo y lo dejó tirado pese a que había recibido el balón de espaldas a la portería. Le bastó proteger la pelota y salir como un rayo hacia un lado. Después se midió con Perea y también lo desbordó con un quiebro dentro del área. Y, finalmente, sacó punta a su velocidad para aprovechar un pase al espacio de Albelda, que venía de robarle la cartera al centro del campo rojiblanco. Villa tocó justo la pelota antes de que llegara Leo Franco y lo atropellara con la bota. En su afán por dar caza a Eto'o, el asturiano lanzó el penalti. Esta vez de una manera inesperada. Raso, por el centro, cuando Leo Franco ya se había estirado hacia su costado izquierdo. El cuadro de Quique tuvo a continuación una de esas ocasiones llenas de remates frustrados, uno tras otro, que pudo haber matado el partido. Pero no lo hizo.

Y el Atlético salió de su ensimismamiento. Empezó a tocar con tranquilidad. A abrir el juego a Petrov y a Maxi. A hacerle daño a la defensa valencianista al contragolpe. Fue a partir de una falta de Baraja que se dispuso a ejecutar Antonio López. Su centro desde la izquierda se encontró con la soledad más absoluta al segundo palo de Maxi, que remató por dos veces, la primera con la cabeza y la segunda con el pie, hasta convertir el empate. Nunca le faltó a Maxi capacidad de sorpresa, fecundada en esta ocasión por un triple fallo en la zaga. Primero Cañizares se quedó demasiado parado en su línea de fondo. Y después Baraja y Moretti obviaron que por detrás había un tipo con una zamarra rojiblanca.

Con el empate, el conjunto madrileño creyó de lleno en su propuesta mientras que al Valencia le entraron las dudas que le atacaron en Mallorca. Albiol y Fernando Torres vivieron un bonito duelo, repleto de potencia y de alternativas. Solo ante Cañizares, Kezman erró un remate fácil tras un precioso pase de Torres y un posible penalti no señalado sobre Maxi.

El Valencia pareció recuperar la frescura mental tras el descanso y Regueiro envió un trallazo al poste. Leo Franco permanecía inmóvil. El partido no estaba para homenajes, por mucho que la hinchada quisiera despedirse de Carboni. El caso es que se lesionó Moretti y no le quedó más remedio a Quique que dar paso al defensa de Arezzo, que había salido a calentar tardísimo, después de que Moretti ya llevara varios minutos tumbado. Señal de que Quique no quería realizar el cambio. Mestalla se puso en pie y le dio una bienvenida calurosísima a Carboni, yendo mucho más allá del partido, premiando su absoluta profesionalidad durante tantos años. Y su carisma, que le puede convertir en el próximo director deportivo.

El Atlético perdió intensidad, y Carboni entró en el choque con un pase cruzado de 30 metros. Villa, sin embargo, se vio superado por la carrera larga de Pablo. Flojeó Aimar y Quique lo sustituyó por Vicente, que volvía después de casi cuatro meses. La hinchada respondió al cambio con mucha bronca, supuestamente dirigida al entrenador, tal vez esperando la sustitución de Angulo o de Regueiro. Vicente volvió con un regate y nada más. Más tarde entró Mista por Villa y el público cargó de nuevo contra el entrenador. Ningún cambio aportó la solución.

Aimar sujeta a Luccin de la camiseta.
Aimar sujeta a Luccin de la camiseta.JOSÉ JORDÁN

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