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Columna
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Boadella y el dulce ejército

Quien preste atención a las 19.15 en cualquier punto de la Comunidad de Madrid en que se encuentre -Alcalá, Aranjuez, El Molar y, por supuesto, en la Villa y Corte- oirá un vítor que viene del cielo y que alegrará sus tímpanos para el resto de la noche: "¡Viva España!". Estas dos palabras mágicas descienden como auténtico bálsamo de Fierabrás articuladas por la voz marcial de José Bono, el recientemente dimisionario que, por su efusividad, te deja huella eterna si te estrecha la mano -lo pronunció en el palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del Ejército, el día de su despedida como ministro bendecida, a dos pasos, por la Cibeles-. Este ¡Viva España! circula hoy por la atmósfera de nuestra comunidad y resulta perceptible a los ciudadanos, como digo, a las 19.15, un cuarto de hora antes de la representación de La torna de la torna en el teatro Bellas Artes, que está a sólo 400 metros de este cuartel. Hace dos siglos, el palacio de Buenavista fue propiedad de la duquesa Cayetana de Alba, inmortalizada por Goya. Y este "¡Viva España!" debe recordarnos que, incluso hoy, a la hora de criticar al Ejército, siempre es mejor quedarse corto.

¿Qué delirio indujo a Els Joglars a dramatizar, hace ya casi 30 años, la ejecución a garrote vil de Heinz Chez, presentado por los militares -y mintiendo en los datos biográficos- como delincuente común polaco y mendigo sin familia? Chez acompañó en la ejecución a garrote vil -y ya sólo mencionar el nombre de este instrumento de eliminar ciudadanos genera la repulsa más absoluta- al anarquista Salvador Puig Antich. La torna es en catalán eso que el tendero añade a una mercancía cuando no ha alcanzado el peso que ha pedido el cliente. Chez, que había asesinado a un guardia civil, tuvo, pues, la desgracia de que los militares lo utilizaran como torna y como elemento de distracción -o de diversión como también se dice en el lenguaje militar- a la hora de ejecutar a Puig Antich.

Albert Boadella, director de la obra, ha declarado que el origen de La torna, estrenada en 1977, está en una noticia que leyó en 1974 en El Caso, el celebérrimo semanario de sucesos de la época que fundó y dirigió mi admirado compañero de sección, Eugenio Suárez. Boadella leyó en El Caso la noticia de estas ejecuciones y quedó impresionado por el rostro de Chez. Tres años más tarde, cuando ingenuamente creyó que había llegado la democracia, tomó la ejecución de Chez como tema de La torna. Boadella tampoco tuvo en cuenta que todavía no estaba derogada una ley que le permitía a la justicia militar llevar ante sus tribunales a civiles por injurias proferidas contra los cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado. La torna es una sátira feroz contra los militares inspirada, entre otras fuentes, en Los cuernos de don Friolera, de Valle Inclán, que, cuando hablaba de generales, también se despachaba a gusto. Pero nunca hay que perder el norte: la ferocidad de la sátira es simplemente un agradable y fresco caramelito de menta cuando la comparamos con sus orígenes que son los crímenes -y eso es lo real e incalificablemente execrable- perpetrados impunemente por el Ejército.

Albert Boadella ha declarado que, visto desde hoy, al estrenar La torna en 1977, cometió otro error de cálculo: la clase política ya había hecho para entonces su pacto de silencio respecto a delitos cometidos antes de 1975 por personas vinculadas al régimen franquista. Y las ejecuciones de Puig Antich y Chez eran de 1974. Es de dominio público -es decir, si se hace, por ejemplo, una encuesta en la universidad, quizá el 90% ignorará que La torna es una obra de teatro-, no es, pues, de dominio público, y pido disculpas por el error, que aquel estreno les costó un consejo de guerra -o quizá dos-, la cárcel y el exilio a varios actores de Els Joglars. La fuga de la prisión de Albert Boadella, el artículo El retorno de 'La Torna', de Jaime Gil de Biedma, publicado en EL PAÍS y hoy recogido en el libro de este escritor El pie de la letra, son episodios que perduran en la memoria. Ha llegado a Madrid La torna de la torna que ha modificado el ya mítico montaje original. Y, como con Boadella la polémica está garantizada, ahora que los militares, salvo alguna intervención irresponsable, están ya reducidos a la sensatez, la bronca está en los derechos de autor: antiguos miembros de Els Joglars han demandado a Boadella. Disfruté con esta excelente sátira.

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