Tengo un locutor amarillo
Estos días me he dedicado a la promoción librera y he podido comprobar que la radio ha cambiado. Por fin algunos programas radiofónicos ya son iguales que algunos programas de tele. La entrevista normal (ésa en la que el conductor hace preguntas y el invitado las contesta) ya casi no existe. Lo moderno, ahora, es la vejación y el maltrato, pero con coartada. Por eso hoy he pensado en ofrecerte unos consejillos a ti, estudiante de periodismo, para que no te quedes desfasado.
1. Para conseguir que el invitado venga a tu programa apela a vuestra amistad. Llámale a horas intempestivas. Y, sobre todo, hazle creer que viene a hablar de lo que ha escrito o de las cosas que lee. Luego, una vez le tengas sentado en el estudio, coméntale, como de paso, que durante la siguiente hora "le vas a poner contra las cuerdas, porque tú no eres de esos apoltronados que hacen una entrevista convencional". Acúsale de algo, por ejemplo, de mediático o de alcohólico. No te preocupes por su reacción. Se quedará de piedra y tu parecerás de lo más incisivo.
2. Cita a tu invitado a las tres, pero no le entrevistes hasta las tres y cuarenta. Antes, darás paso a la unidad móvil, a la encuesta sobre si las mujeres son más inteligentes y al concurso. Finalmente, lee, con voz sensual, su biografía. Salpícala de datos equivocados y de opiniones sobre el dinero que debe de ganar o sobre si es feliz o infeliz. Cuando termines, para impedir que proteste, pon una canción. Y después, anuncios.
3. Una cosa que queda muy novedosa es hacerle dos o tres preguntas sin presentarle.
4. Es imprescindible que la conversación sea interrumpida por una colaboradora mordaz y pizpireta que trazará su perfil o hará unos chistes basados en el título de su obra. Es muy resultón que opine sobre su físico. Aconsejo el método que usaron conmigo. La colaboradora pizpireta comentó el estado de mis abdominales y mi pelo. Si el invitado se enfada, arguméntale que la libertad de expresión es muy importante. (Qué humos. Encima que le estás haciendo propaganda...).
5. Si el título del libro de tu invitado es La náusea, pregúntale si hay algo de su vida que le dé nauseas. Si el título es Cien años de soledad pregúntale si se siente solo y si ha cumplido los 100 años. Si no te entiende o no sabe qué contestar, ponte agresivo.
6. Documéntate sólo en Internet. No leas los suplementos literarios que hablan de su libro. Es muy lento.
7. Es muy importante hacerle preguntas que le desenmascaren, ya sabes. Pregúntale si al mirarse al espejo se siente mal. Si cree que está sobrevalorado y si se siente inseguro cuando se desnuda. Aconsejo la que usaron conmigo. "Tú, la vida ¿te la planteas o qué?".
8. Abusa del tópico. Pregúntale, sin ningún rubor, si no cree que el humor es banal y si cree que los cuentos son más fáciles que las novelas.
9. Si le has pedido que traiga su disco preferido para ponerlo, y él, efectivamente, se ha molestado en traerlo, pon sólo tres compases. Cuando te intente explicar por qué le gusta, mira la televisión o escucha órdenes por los cascos.
10. Y, muy importante, mientras te dedicas a hacer todo esto, critica sin cesar la telebasura. Di que Aquí hay tomate te repugna. Y no te preocupes por si alguien te dice que tu estás haciendo lo mismo. La radio es un medio con buena prensa y no recibe críticas. En la radio se puede hacer amarillismo, que nadie se entera. Lo principal para disimular es hacerse el poético. Poniendo de fondo una melodía de la Penguin Café Orquesta, de Michael Nyman tienes barra libre. Sé cursi y nadie te llamará amarillo.
moliner.empar@gmail.com
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