Cuadros satíricos de Bulgákov
Los años que siguieron a la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia fueron años de esplendor artístico de tal calidad que fundaron una edad de plata en la literatura en lengua rusa, acorde con el formidable auge de las vanguardias en la Europa de principios de siglo; pero también, a partir del ascenso de Stalin al poder, conocieron una lucha ciega y feroz contra la cultura no sometida al Poder que acabó con la vida o la voz pública de los mejores creadores de esa misma edad de plata. De entre los narradores, tres nombres destacan: Isaac Babel, detenido y desaparecido sin dejar rastro en 1939; Andréi Platónov, muerto en 1951, y Mijaíl Bulgákov, muerto en 1940. Los tres fueron "maestros del silencio" puesto que su obra fue silenciada ignominiosamente desde el año 1929 y los tres fueron maltratados y perseguidos. La dos obras maestras de Platónov y Bulgákov (respectivamente, Chevengur, Cátedra, y El maestro y Margarita, Alianza) se publicaron por vez primera en la URSS en 1988 la primera y en 1965 la segunda. No es ocioso recordar que se trata de dos novelas fundamentales en la narrativa europea del siglo pasado.
RELATOS DE MOSCÚ
Mijaíl Bulgákov
Traducción de Jorge Segovia y Violeta Beck
Maldoror. Madrid, 2006
158 páginas. 18 euros
Bulgákov inició su actividad literaria como periodista y autor teatral. A los 30 años abandona su profesión de médico y se dedica a la literatura. Pronto dará a conocer una gran novela, La guardia blanca (Destino) y después dramas como Los días de los Turbin, de gran éxito, relatos, la novela Novela teatral (Alianza), de publicación póstuma, el drama Moliére, que aún consigue estrenar, y por fin su obra maestra que queda inédita hasta el año 1965. Bulgákov es un formidable escritor satírico, en la mejor tradición rusa que proviene de Gógol, lo que en los tiempos que le tocó vivir no era precisamente el mejor crédito.
Estos Relatos de Moscú, que
hoy comentamos, no es una obra mayor, pero es Bulgákov en estado puro. Los lectores que recuerden aquel capítulo de El maestro y Margarita en que nos adentramos en la sede de la Asociación de Artistas Soviéticos en el edificio Griboyédov para vivir una de las escenas más hilarantes de la novela ya pueden empezar a refocilarse porque es esa clase de sátira la que contiene estos textos. Los Relatos son, en realidad, una miscelánea, pues si bien hay relatos propiamente dichos, muchos de los textos son simples escenas y e incluso crónicas periodísticas. Todos tienen en común el retrato de la sociedad soviética de principios del estalinismo y hay que decir que Bulgákov, cuando mete el cuchillo, lo hace hasta el mango. Pocas veces habremos de encontrar un humor tan cruel, tan terrible que el lector, al levantar los ojos del papel y antes de volver a posarlos en él para reír a gusto, no sienta también un verdadero escalofrío. Bulgákov es feroz y no resulta extraño pensando en la desesperación a la que todos aquellos creadores empujó la brutalidad de los servidores del Poder.
Los textos abarcan un varia-
do abanico de asuntos, todos ellos más cercanos al retrato que al cuento propiamente dicho. Los hay que tratan de la burocracia soviética en el mundo de los escritores, como puede verse en 'La bohemia', donde uno de ellos se ve obligado a escribir una malísima obra revolucionaria que tiene un gran éxito. Otro blanco es la mediocridad de la moral social, muy bien contada en 'Mam'zelle Jeanne'. No escapa a su mirada el sindicalismo, en especial en el relato realmente tronchante de 'La momia egipcia'. Un blanco preferido es el alcoholismo, con varios relatos entre los que destaca el titulado 'Ley seca', donde se nos describe un edificio que no tendría nada que envidiar a los más tirados y cutres del Bronx neoyorquino, pero a la rusa. Hay alguno que nos ofrece consejos morales, como 'Del maltrato de las esposas' y una fábula sobre el paso de la Rusia refinada a manos del proletariado en 'La comuna obrera Elpite número 13'. Hay una sátira soberbia acerca del modo en que se debe dominar y dirigir una asamblea en 'Campeón del mundo'... En fin, que el libro, siendo un libro menor en la siempre excelente producción de su autor, no tiene desperdicio y, desgraciadamente, sigue teniendo vigencia en la eterna lucha del hombre por doblegar, encasillar y encarrilar al hombre. Hallaremos a menudo un punto de ternura en cada texto, sin embargo, porque el humor no acaba de soltar ese cabo, pero siempre bajo el imperio de la lucidez y el desgarro íntimo del escritor.
Hay algunas resoluciones extrañas en la traducción que llaman la atención. En las páginas de respeto, sólo se hace referencia al título francés de la obra, lo que lleva a pensar que no se ha traducido del ruso sino del francés, lo cual significa un paso por tres idiomas. No sé si esto afecta a esas extrañezas, pero en todo caso, habiendo buenos traductores del ruso al español, no se entiende esta opción, caso de ser cierta.
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