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Columna
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El honor de Isis

La Ciudad de las Ciencias de Valencia nos ofrece ahora una exposición sobre las mujeres científicas a lo largo de la historia, a la que me atrevo a colgar el cartel de loable per se. Todavía no la he podido visitar, pero merece ese plus de credibilidad, sin más constatación científica ni tan siquiera periodística, toda iniciativa que ponga de manifiesto la presencia real de las mujeres en casi todas las disciplinas, así como su valiosa aportación, tantas veces olvidada o directamente e insidiosamente ocultada por los que siempre han escrito la historia.

La estirpe de Isis se llama la exposición, título que no parece del todo afortunado si consideramos a la mítica egipcia como una figura adorada principalmente por su papel de madre, hermana, protectora, reina y maga.

Creo que nuestras investigadoras más bien pertenecen a la cepa de la alejandrina Hipatia, matemática, astrónoma, filósofa y creadora de tecnologías, además de pagana y mártir de la intransigencia religiosa. Pero en fin, tampoco plantearemos una cuestión de nombres, ya que de lo que se trata es de reconocer y divulgar las fundamentales y meritorias aportaciones al progreso hechas por quienes tanto tuvieron que bregar y arriesgar en sus vidas personales. El hecho es que, mientras ellos andaban ya acariciando premios Nobel, las mujeres aún tenían prohibido el acceso a la Universidad, por lo que el autodidactismo y el esfuerzo eran la única vía para acceder al conocimiento. En muchos casos resultó sin duda decisivo el papel de algunos esposos-colegas que alentaron las carreras de sus compañeras respaldándolas tanto profesional como familiarmente, aunque luego y sin pretenderlo a quien se recordara en los anales fuera al hombre y no a la mujer. Hay que saber, por ejemplo, que en los años 50 y 60 las estadounidenses no se podían licenciar en Física ni Astrofísica y que una ahora reputada sabia sólo accedía al telescopio cuando su marido lo solicitaba para él. Pero... ¿y aquellas que no encontraron esa comprensión y ayuda? Pues todo les resultó mucho más difícil, o directamente imposible, por eso tantas abandonaron a mitad de camino produciéndose entonces un drenaje de talentos femeninos que todavía nos lastra. Porque ¿pueden las ciencias permitirse prescindir de un punto de vista diferente? ¿O me vais a decir que no importa el género de quien investiga? La historiadora de la Ciencia y feminista norteamericana Londa Schiebinger explica este paradigma de mirada masculina distorsionadora: cuando se encontró a Lucy, ancestro de más de tres millones de años, los paleontólogos decidieron que se trataba de una hembra sólo por un prejuicio muy poco científico: el pequeño tamaño de aquellos huesos. Estudios posteriores hechos por mujeres no han encontrado otras evidencias más científicas de que no se tratara de un homínido macho de pequeñas dimensiones. Sin entrar en debate, parece claro que cuestiones aparentemente nimias son importantes en nuestra concepción del mundo y la incorporación de más mujeres demostraría, seguro, que otra ciencia es posible y deseable, como pide María Ángeles Durán.

Entre 1910 y 1998, sólo 11 de los 457 premios Nobel en ciencias se otorgaron a mujeres. Todavía hoy el acceso masivo a las facultades sigue sin propiciar una equitativa presencia en la cúspide docente ni en los órganos de gestión, gobierno y evaluación. En ello están muchas, me consta, y yo les recomendaría que no se olvidaran del frente simbólico.

Días atrás la Universidad de Alicante investía a la primera honoris causa: Carmen Andrade, especialista en la duración de los materiales en la construcción. Tras 22 años de existencia y 50 nombramientos, el rector Ignacio Jiménez Raneda se felicitaba por poner fin "a una anomalía de esta naturaleza". Esperemos que sólo sea el principio del fin (y vale para las demás universidades valencianas, que tampoco se distinguen precisamente por la feminización de sus galardones). Confiemos asimismo en que la exposición de la Ciudad de las Ciencias contribuya a eliminar tantos prejuicios y tantas barreras absurdas que las propias estudiantes siguen interponiendo entre ellas y su futuro profesional.

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