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Reportaje:

La calle, con la baronesa

Vecinos y comerciantes de la zona muestran su preocupación ante el proyecto municipal

Daniel Verdú

Unos 700 árboles y la reforma de uno de los paseos más emblemáticos de la capital. Ésta es la nueva batalla que, pendiente aún del desenlace de la polémica de los parquímetros, el alcalde de la ciudad, Alberto Ruiz-Gallardón, deberá librar contra algunos vecinos y, sobre todo, contra la baronesa Carmen Cervera.

"Éste es el verdadero y gran paseo de Madrid, y no se puede atentar así contra el patrimonio de todos los ciudadanos". Carmen Polo lleva 33 años en un puesto de recuerdos turísticos y espera con asombro y preocupación noticias sobre el proyecto de reforma del paseo del Prado que el Ayuntamiento ha encargado al arquitecto Álvaro Siza. "Yo haría un llamamiento a los ciudadanos para que protejan esto; y si la baronesa se encadena, yo voy detrás", insiste, mientras despacha a los turistas en cinco idiomas.

"Si Tita Cervera se lleva los cuadros, que también se vaya ella", pide un turista
"No se puede atentar de este modo contra el patrimonio", dice una comerciante
"La baronesa puede plantar caraa los poderosos", según un visitante
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Los hijos de Carmen, Santiago y Marcos Lozano, también trabajan en el quiosco familiar desde hace más de 20 años. Ellos son un poco más comedidos con su discurso. "Nadie nos ha dicho qué pasará con los vendedores que estamos en el paseo. Pero a ver si el arquitecto ese se acuerda de nosotros y nos hace unos quioscos bonitos. Si es para mejorar, no nos importaría hacer un sacrificio", afirma Santiago.

Carmen Cervera, la baronesa Thyssen, advirtió la semana pasada de que, si el proyecto sigue adelante, se llevará su colección de pinturas a Suiza. Ayer, entre cámaras de televisión y fotógrafos de prensa que se acercaron a los alrededores del museo, de lo único que hablaban comerciantes y transeúntes de la zona era de la polémica reforma y de sobre quién tiene razón: el alcalde, o "la Thyssen".

"Hace muy bien en amenazar a Gallardón; ella puede plantar cara a los poderosos", decía José Luis Román, tras visitar el Museo Thyssen. La mayoría estaba con la baronesa, pero alguno mostraba su disgusto por la posible pérdida de la colección. "Si se lleva los cuadros, que se vaya ella también. Tiene un compromiso con los madrileños", protestaba Alejandro de la Torre. "Aunque lo de la tala de árboles, tampoco me parece bien", añadía.

Los turistas, tanto españoles como extranjeros, ajenos a la polémica, no podían más que lamentarse por la hipotética pérdida de la colección Thyssen de arte moderno. "Es una colección única. Cualquier país estaría encantado de tenerla; en Londres, por ejemplo, luciría mucho", ironizaba el británico Brian Price a las puertas del museo.

Los vecinos de la zona tampoco sienten especial ilusión hacia el proyecto. Estefanía Carrero caminaba con su perro por el paseo central a la sombra de los plátanos que teóricamente desaparecerán con la remodelación de la zona. "No me parece nada bien. ¿Cuál es el problema con la situación actual?", se preguntaba. "Y lo de la baronesa... Hombre, no me parece bien que se lleve la colección, pero si lo ha dicho, tendrá que cumplir su amenaza, ¿no?".

Pero el envite lanzado por Carmen Cervera al alcalde de la ciudad aburría a algunos. "Eso es puro faranduleo entre ellos dos. Lo que hay que pensar es que esto va a ser la obra de San Quintín y pensar si vale la pena o no hacer la remodelación. Si es para mejorar, bien. Pero si no, habría que pensarlo mejor", argumentaba Miguel Ángel, detrás del mostrador de su quiosco de prensa.

Muchos de los transeúntes que no conocían la existencia del proyecto mostraban ayer su asombro. "Más que por esta obra que se nos viene encima, que no sabemos ni de qué va, por las ganas de levantar toda la ciudad de golpe", explicaba indignado un padre de familia.

"Mira, mira, mira...". En una décima de segundo, una chica rumana disfrazada de turista se coloca detrás de una turista auténtica, a la que abre la mochila sigilosamente. Trata de robarle el interior, pero el marido de la víctima se da cuenta y le suelta una sonora bofetada a la ladrona para impedir el robo. Ésta y su compinche se quedan de una pieza y salen corriendo calle abajo, donde dos policías las interceptan y las detienen. "¿Ves? Eso es un problema. Los árboles, no", insiste uno de los vecinos preguntados.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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