Del rodillo al estilete ruso
El CSKA recupera el título 35 años después con una gran demostración táctica ante el Maccabi
Si Alexander Gomelski levantara la cabeza apenas reconocería al CSKA, al equipo que tantas veces llevó al trono europeo. Casi nada tiene que ver con el suyo este equipo de diseño de Ettore Messina, ¡un entrenador italiano en Rusia!. Pero todos los jugadores de la armada roja tuvieron muy presente el recuerdo del legendario entrenador fallecido el año pasado que llevó a su equipo a cuatro títulos, el último hace 35 años. Al CSKA le ha costado dios y ayuda recuperar el cetro porque, además de destronar a un rival de una talla imponente como el Maccabi Tel Aviv, ha tenido que reconvertirse por completo, encomendándose a una figura griega como Papaloukas, nacionalizando a un estadounidense como Holden, reclutando a otro par de ellos, y así. Pero ni siquiera eso hubiera bastado para que volviera al trono. Era preciso también que se adaptara al nuevo estilo de juego que impera. Acostumbrado a ganar como un rodillo en los antiguos tiempos de la Unión Soviética, el CSKA necesitó de todas las argucias y detalles sutiles. El rodillo de antaño se convirtió en un estilete.
CSKA 73 - MACCABI 69
CSKA Moscú: Holden (6), Langdon (11), Vanterpool (16), Smodis (12), Savrasenko (10) -quinteto inicial-; Papaloukas (18), Van den Spiegel y Panov.
Maccabi Tel Aviv: Solomon (20), Parker (10), Burstein (9), Baston (6), Vujcic (4) -quinteto inicial-; Sharp (3), Arnold (14), Shason y Penney (3)
Árbitros: Jungebrand (Finlandia), Koukoulekidis (Grecia) y Belosevic (Serbia). Eliminado, Burstein.
16.805 espectadores en el Sazka Arena.
4º CUARTO 24-21
3º CUARTO 14-18
2º CUARTO 17-12
1º CUARTO 18-18
El CSKA de Moscú hilo finó como la seda. Messina ha logrado armar un equipo que no se impresiona fácilmente. No se dejó atribular ni por los 9.000 aficionados israelíes, aplastantemente superiores a los moscovitas, ni por la embestida inicial del Maccabi. Muy puesto, con la inercia de su paseo triunfal ante el Tau en la semifinal y, quiérase o no, con la conciencia de ser el campeón de los dos últimos años, la referencia del campeonato, el Maccabi entró al galope en el partido. Muy pertrechado en su zona por sus pívots, Vujcic y Baston, consiguió secar el ataque del CSKA y de la mano de Solomon se fue a un 0-7 de lo más preocupante. Messina pidió tiempo muerto y su equipo, además de mover fantásticamente la bola en las circulaciones ofensivas, empezó a hincar el diente con más decisión. Savrasenko plantó cara a Baston y Vujcic y la entrada en pista de Papaloukas le dio mayor claridad de ideas a su equipo, que exhibió una estupenda variedad ofensiva con triples, penetraciones y transiciones vertiginosas.
El sistema ofensivo del Maccabi se encasquilló y tuvo que actuar a contracorriente. Solomon, un jugador que brilla más por su defensa y su capacidad para mover a su equipo, tenía que resolver demasiadas veces en ataque. El CSKA le daba réplica al Maccabi en la defensa. El reparto de tapones en cada aro marcaba el territorio. Con ese panorama, se encontraba más a gusto el CSKA que puso tierra de por medio (35-25).
Vanterpool estiró todavía más la cuerda en el inicio del tercer cuarto y el CSKA llegó a dominar por 11 puntos (42-31). A partir de ese momento cambió el juego. El Maccabi despertó desde la línea de triples, recuperó ligeramente el poder anotador de Vujcic bajo el aro y de Parker desde larga distancia. Llegó a empatar a 46 tantos. En el último cuarto, cada detalle resultó determinante. El Maccabi llegó a situarse por delante (56-58) en una fase de una encarnizada y agónica batalla de triples. El CSKA estuvo a la altura y se llevó el gato al agua porque fue mejor en todos los detalles, desde un rebote ofensivo de Papaloukas a falta de tres minutos, pasando por la perspicacia y los reflejos de Messina que cambió sobre la marcha, sin pensárselo un segundo, para adaptar a su equipo a la batalla que planteaba el técnico del Maccabi Pini Gershon. El CSKA manejó el final del partido con inteligencia y nervios de acero y obligó al Maccabi a jugar tan a contrarreloj como a contracorriente. Es el quinto título del CSKA, que abre una nueva era en el baloncesto europeo. Los rusos están de vuelta.
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