La Real permanece en la mediocridad
El Sevilla se impone en Anoeta con un juego tranquilo, organizado y efectivo
El Sevilla le dio una larga cocción al partido, sin inquietarse por los cuatro derrotes, no más, que le dio la Real Sociedad. En Anoeta fue un equipo dotado con la gelidez de las estatuas y la perfecta organización de una escuadra castrense, salvadas las diferencias. Consagró la primera parte del partido a domesticar a su adversario y a establecer las demarcaciones de sus dominios. Después, con el partido cuesta abajo, los de Juande Ramos aplicaron sin misericordia y con efectividad la regla más dañina del fútbol: Un ataque, un gol. La Real, en cambio, jugó llevada por un querer y un poder en perseverante conflicto, a veces con pulsiones prometedoras, casi siempre con una estrategia caótica.
REAL SOCIEDAD 1 - SEVILLA 2
Real Sociedad: Riesgo; Ansotegi, Labaka, Garrido, López Rekarte; Novo, Garitano, Xabier Prieto (Nihat, m. 72), Stevanovic (Alonso, m. 56), Mark González (Uranga, m. 78) y Skoubo.
Sevilla: Palop; Daniel Alves, Javi Navarro, Escudé; Martí, Jordi, Puerta, Adriano (David, m. 88), Fernando Sales (Bruno, m. 92), Jesús Navas (Alfaro, m. 82) y Kepa.
Goles: 0-1. M. 57 Jesús Navas con la izquierda tras jugada individual. 0-2. M. 68 Martí marca de penalti. 1-2. M. 85. Jordi en propia puerta.
Árbitro: Rubinos Pérez. Mostró dos tarjetas rojas directas a López Rekarte (m. 57), por evitar con la mano un gol hecho del Sevilla, a Nihat (m. 82), por entrada por detrás a Puerta. Además, amonestó al propio López Rekarte, Xabi Prieto, Stevanovic, Puerta y Fernando Sales.
Unos 26.000 espectadores en Anoeta.
Al Sevilla se le vio el plumero enseguida. Tomó con mucha paciencia la faena, sacó buenas intenciones desde el comienzo, y obtuvo la recompensa a sabiendas de que en la constancia está la virtud. Tuvo enfrente un equipo escaso de ingenio y al que le acosaron los problemas por los cuatro costados. Confió toda su suerte a las arrancadas de Mark González, porque el orden y la distribución del juego correspondieron siempre a Martí y Fernando Sales, dos jugadores bien compenetrados y generosos con la movilidad de Jesús Navas y Adriano por las bandas.
El control del juego fue casi siempre de los sevillistas. Bien mirado, se lo cedieron sus rivales. Garitano y Novo intentaron aplacar el dominio visitante, pero no tuvieron la claridad necesaria para lanzar a su equipo hacia el área rival. Para esos menesteres estaba Stevanovic, que jugó al tran-tran: no sujetó, tampoco desequilibró; pudo estorbar, pero ni eso. De esta suerte, Skoubo, el único referente atacante de los donostiarras, fue una sombra. Últimamente, todo lo que toca el delantero naufraga. De su genialidad se supo al poco de llegar, pero fue tan fugaz que ahora exhibe su categoría de uvas a peras.
Ajeno a la sigilosa superioridad que estaba imponiendo el Sevilla, el público de Anoeta puso la lupa sobre el árbitro y cerró los ojos ante los errores y la inoperancia de su equipo. Más allá de los fallos que pudo cometer Rubinos Pérez -el público le protestó airadamente un posible penalti a Skoubo en la primera parte-, el partido fue decantándose suavemente hacia el lado visitante, hasta que en una rápida salida al contragolpe, Jesús Navas se hizo hueco por el pasillo que le abrieron Rekarte y Labaka para lograr el primer tanto.
La Real seguía con el festival de imprecisiones, una romería de desaciertos que le condenaron con justicia. Nihat, futbolista en el ostracismo en este tramo de la Liga, se autoexpulsó sin ningún rubor. La Real acabó con nueve jugadores y el Sevilla seguía sin despeinarse. Esa impresión daban los de Ramos, que tienen la cualidad de hacer las cosas bien sin parecerlo. Los de Bakero jugaban ayer por lograr la permannecia, pero está visto que, jugando como ayer, se mantienen en la medriocridad que les persigue esta malhadada temporada.
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