El fútbol como espejo de la vida
La sala Apolo de Barcelona recoge 'El ciclo del planeta del fútbol', una serie de películas que abordan la realidad social
Ni razas, ni idiomas, ni fronteras. El fútbol no entiende de distinciones. Lo mismo da que sea un chico adinerado que golpea el cuero más novedoso del mercado que un niño que patea a una lata oxidada de un refresco por las calles de cualquier suburbio marginal. Tanto da que sea sobre el césped regado y exquisitamente cuidado de una lujosa urbanización que sobre un polvoriento e irregular de un campo de tierra. Nada importa que el chaval sea de África, de Europa o de Asia. El fútbol tiene su propio idioma, internacional e idéntico, para todos. Históricamente, el cine y el balompié, dos de las aficiones más arraigadas en nuestra sociedad, no se han tratado excesivamente bien. Relación tortuosa que quiere desmentir el Instituto Goethe de Barcelona -instituto de cultura subvencionado por el Gobierno alemán-, que proyectará, bajo el lema El ciclo del planeta del fútbol y con motivo del próximo Mundial de Alemania, cuatro documentales y cinco largometrajes los martes del 2 al 23 de mayo, a las 20.30 y 22.30 horas, dentro del ciclo de cine Ambigú, que se proyecta en la sala Apolo de Barcelona (www.retinas.org). Así, la pelota será el hilo conductor de una serie de producciones que reflejan las distintas sociedades y realidades del mundo. Al fin y al cabo, pocas cosas reúnen a tanta gente los fines de semana como un partido de fútbol.
Los segundos anteriores al lanzamiento de un penalti, el grito del defensa para tirar el fuera de juego, anudarse las primeras botas, la charla del técnico, la lesión inesperada, la hinchada fiel, una final, un caño, embobarse frente al televisor, el bocata del descanso, el utillero, las concentraciones, el viaje en autobús, el grito de ánimo, el gol... Es el lenguaje del fútbol, que sirve para todos. Pero el deporte, inexorablemente, tanto el de aficionados como el profesional, comporta competitividad, sacrificio, esfuerzo, placer... Aunque no es el mismo para todos, ni para los dotados en el arte del fútbol, ni para quienes carecen de oportunidades por causas económicas, sociales o familiares. Todas las proyecciones de El ciclo del planeta del fútbol abordan temas reales, tan sugerentes como crudos y expresivos.
El objetivo de estas proyecciones, además de motivar al espectador con vistas al próximo Mundial, es concienciar a las personas, bien sea a un niño que sueña con llegar a pisar el césped de su estadio y vestir la zamarra de su equipo favorito, bien sea a un adulto que despotrica contra el deporte de masas. Se trata de mostrar diferentes realidades sociales bajo el prisma de la pelota.
Sin moverse de la butaca, se podrá ver desde el ambiente que se respiraba en la sociedad alemana de entreguerras (Los once diablos), donde el poderoso exprimía sin censura al débil, hasta el marginal entorno de un niño de Guinea que sufre todo tipo de maltratos y explotaciones por perseguir su sueño (Bando y el balón de oro), primero para comprar una pelota de fútbol y luego para integrarse en la disciplina de un equipo. También se retrará la decadencia de un futbolista ya retirado y arruinado que, por orgullo y por vivir en una sociedad elistista, no puede reconocer su precaria situación económica (Boleiros). O la historia de ese niño brasileño que tiene un don natural para jugar al fútbol pero que jamás se supo de él porque fue asesinado por un grupo de delincuencia juvenil.
Reina la tragedia en la mayoría de los casos, pues alcanzar un nivel óptimo que permita codearse con los mejores es harto difícil. Así, las películas enseñan aspectos negativos, como la pomposidad y lujuria del futbolista archimillonario, y la trayectoria de unos jóvenes que es cortada por fichajes estrellas del club, por lesiones inoportunas o por el mal trato psicológico que dan los propios entrenadores, agentes o padres (Los campeones). Aunque no todo es dramático, pues también se puede ver el esfuerzo de unas chicas hondureñas que sobreviven a la realidad que les envuelve gracias al fútbol (Adelante muchachas) y las vivencias de un niño sueco que con seis años le roba el regate a una estrella de la selección y acaba jugando en el combinado nacional (Fimpen); así como un documental sobre dos equipos irrelevantes de cultura distinta que arrastran toda la emoción de sus pueblos (La otra final).
Y es que el fútbol siempre es un juego de equipo. Algo que se olvida con premura y que puede llevar a la desdicha individual.
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