Almagro logra serenarse
El tenista murciano, de 20 años, gana en Valencia su primer título del circuito y afirma que pasar por el quirófano le hizo reflexionar
Cuando a los 10 años entró en la escuela de perfeccionamiento de la Federación de Murcia de Tenis, Nicolás Almagro tenía ya un genio que asustaba. Y, curiosamente, fue ése uno de los aspectos que más se valoraron para adjudicarle una de las pocas plazas que estaban en juego. Con ese carácter fue forjando su futuro, lidiando a veces con su propia desesperación y en otras teniendo que controlar su excesiva euforia. Hasta que esta semana, ya con 20 años, consiguió dar el paso más importante en su todavía incipiente carrera tenística: ganar su primer título del circuito profesional, el torneo de Valencia.
"Hoy le he puesto el punto a la i y he culminado un torneo increíble", afirmó un Almagro que desbordaba ilusión tras haberse impuesto al ruso Marat Safin en las semifinales y al francés Gilles Simon (6-2 y 6-3) en la final; "marcaré esta semana con mayúsculas en mi calendario. Pero espero que no sea la última. Este título va a abrirme muchas puertas".
A pesar de ser considerado una auténtica promesa del tenis español, muchas de estas puertas permanecían cerradas para él más por culpa de su temperamento descontrolado que por falta de medios tenísticos. "Cuando le ví por primera vez, me impactó su carácter, pero sobre todo la potencia y la fuerza con que golpeaba la bola", confiesa Antonio Palencia, que le entrenó entonces y sigue trabajando con él junto a José Heguin y Martín González, preparador físico; "tenía y sigue teniendo mucho temperamento, pero eso no siempre le ha ayudado: igual le sirve para tirar hacia arriba como un cohete que le empuja hacia abajo".
Aunque fue campeón del Sport Goofy en su etapa alevín, su trayectoria pasó inadvertida hasta que saltó de categoría. Entonces, la aceleración que imprimía a la bola con sus dos golpes de fondo, especialmente con el drive, le permitieron ser campeón de España cadete con sólo 15 años y alcanzar la final nacional júnior con 16 perdiendo sólo ante Fernando Verdasco, que tenía dos años más.
"Creo que es un jugador muy agresivo y que eso marca la diferencia en relación a la mayoría de sus rivales. Puede ganar puntos con su drive y con su revés. Y en todos sus partidos hay muchos puntos ganadores y también muchos errores porque constantemente busca el golpe definitivo", agrega Palencia; "otro aspecto fundamental en su juego es la calidad de su saque. No ya sólo el primero, sino sobre todo el segundo. Para mí, el segundo servicio es de los mejores del circuito: la bola bota dos metros para arriba".
Sin embargo, todo este potencial necesitaba encarrilarse de forma adecuada. Era indispensable que Almagro madurara, que fuera capaz de controlar sus arrebatos en la pista y de canalizarlos para que se convirtieran en un plus de motivación más que en una pesadilla. "Creo que este paso lo di el pasado septiembre, cuando tuve que pasar por el quirófano para operarme de una bursitis en mi rodilla derecha", reconoce el propio jugador; "aquello me hizo madurar. Lo vi todo muy negro. Me obligó a partir de cero de nuevo y a trabajar con mucha humildad. Ahora valoro más las cosas".
En el proceso tuvieron una influencia determinante tanto sus padres, Nicolás -jubilado de Telefónica- y Mercedes, como sus entrenadores. Sólo comenzaron a plantearle un futuro como tenista profesional hace un par de años, cuando Almagro había ya ganado sus primeros torneos futures y challengers y dado sus primeros pasos por el circuito profesional. Entonces, su clasificación había dado un salto espectacular de más de 700 puestos hasta acercarse a los 100 primeros del mundo.
"Siempre intentamos que prosiguiera sus estudios. Y lo hizo hasta segundo de bachillerato", recuerda Palencia. La aportación de su madre, especialmente, fue fundamental en muchos momentos en los que la moral del jugador estaba por los suelos. Le decía: "No te agobies. Para mí, lo primero son tus estudios". No obstante, otras veces le recriminaba sus arrebatos: "O te controlas o lo dejas".
"Todo aquello me ayudó", afirma Almagro; "son las cosas que dice una madre que quiere lo mejor para su hijo. Se lo agradezco". Ahora, ya instalado entre los 50 mejores del mundo, Almagro ve el futuro con nuevas perspectivas. "Trabajaré con mucha humildad, como en estas últimas semanas", asegura. Y Palencia agrega: "No será fácil, pero, si logra mantenerse tranquilo y sereno como en Valencia, su potencial puede llevarle muy lejos".
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