Viaje por la Celtiberia soriana

Parece ser que el escritor inglés Malcolm Muggeridge vivió seis años en India sin visitar el Taj Mahal, y que su mujer pasó dos en El Cairo y no movió una falange para conocer las pirámides. Pues más delito tiene quien, viviendo en Madrid, a dos horitas de Soria, no visita las ruinas de Tiermes, Uxama y Numancia, que son como las tres primeras páginas de la historia de España. De Roma, que está más lejos, ya vinieron hace más de 2.000 años y acamparon alrededor de ellas. Claro que, eso, no se puede considerar turismo.

Lo lógico es comenzar la ruta por Tiermes, que se halla en el extremo suroccidental de Soria, cerca de la villa segoviana de Ayllón y, por tanto, de nuestra región. Sobre un cerro mondo de roja arenisca, junto al pueblecito de Montejo de Tiermes, yacen las fabulosas ruinas de la ciudad celtíbera que los romanos conquistaron en el año 98 antes de Cristo, siendo cónsul Tito Didio, y convirtieron en la Pompeya española, una animada urbe con teatro, piscinas climatizadas y mansiones de hasta 35 habitaciones. ¡Y pensar que hoy, en estas vecindades de la sierra de Pela, no vive nadie, menos de un alma por kilómetro cuadrado!

El paseo por el yacimiento -autoguiado, con paneles- arranca junto a la ermita románica de Nuestra Señora de Tiermes y, durante cerca de una hora, permite reconocer murallas y puertas, viviendas rupestres y termas... Hay un graderío labrado en la pura roca y hay vestigios de edificios de hasta siete pisos de altura. Se visita el foro romano y se recorre un acueducto subterráneo, para lo cual se necesita linterna, salvo que uno tenga visión nocturna. Por cierto, que de noche, cuando hay luna llena, aquí se celebra el Plenilunium, una fiesta a la vieja usanza celtíbera, con cantos y bailes alrededor del fuego purificador.

En Tiermes ponemos rumbo norte, hacia San Esteban de Gormaz, y aquí tiramos por la carretera N-122, dirección Soria, para visitar los restos de Uxama, que reposan en lo alto de un monte pelado a las afueras de El Burgo de Osma. Uxama, que fue un enclave celtíbero, romano y visigótico -enviaba sus obispos a los concilios de Toledo-, no tiene, como yacimiento, la vistosidad del de Tiermes, pero posee un mirador soberbio: una atalaya árabe desde la que se ven, justo enfrente, las ruinas del castillo medieval de Osma y, a sus pies, la ciudad de El Burgo, señoreada por la torre de su catedral.

La última etapa nos lleva hasta Garray, un pueblo situado a siete kilómetros de la capital soriana, que custodia las ruinas de Numancia. Lo más curioso del yacimiento, la calle de ronda, donde se han reconstruido unos pocos metros de la muralla (la original tenía 3.000 de perímetro y hasta seis de espesor) y dos casas populares distintas. Y es que hubo dos Numancias: la romana y, debajo de ella, la que, en 133 antes de Cristo, tras resistir 20 años de asedios, fue reducida a cenizas por Escipión.