Reportaje de rol
Siete voluntarios británicos, algunos de religión musulmana, se prestan a un experimento: dejarse torturar durante 48 horas en una réplica de la prisión de Guantánamo por expertos del Ejército estadounidense. Las cámaras de un canal de televisión británico lo graban todo. El programa fue emitido la noche del miércoles en Cuatro - Cuatro (Cuatro), presentado por Jon Sistiaga. Es un reportaje, pero lo de las torturas va muy en serio. Con esos ingredientes se cuece un explosivo guiso televisivo con más miga de la prevista. Veamos de qué estamos hablando.
Varios de los torturados manifiestan al principio estar de acuerdo con los métodos usuales para extraer información a terroristas. A las pocas horas de sufrir un trato violento e insultante, la humillación de orinarse encima y ser desnudado delante de otros (vergüenza intolerable para los musulmanes), la interrupción continua del sueño, la ingestión de nauseabundos alimentos liofilizados y sesiones de "ruido blanco" continuo, algunos de los participantes se caen. Sólo llegan cuatro al final. Están destrozados. Al instante de terminar la prueba los torturadores despliegan una enorme sonrisa y los abrazan con viril cordialidad. Es quizá lo más terrorífico del asunto. Esos torturadores profesionales se convierten ipso facto en sus simpáticos colegas.
Pero ¿qué es lo que hemos visto realmente? ¿Un alegato contra la tortura? Desde luego que sí. ¿Una información ilustrada sobre la política de Bush / Rumsfeld en Guantánamo? También. ¿Periodismo-acción? Pues sí. ¿Un concurso extremo de telerrealidad? Sí, amigos teleadictos. Eso también. ¿Una especie de videojuego con actores reales, un juego de rol tal vez? Yes. En todo caso, hay trampas y evidencias, hay mucho de espectáculo y de periodismo "serio". Vivimos tiempos de granhermanización total, híbrida y muy peligrosa. Se han borrado los límites. Y seguimos sin saber dónde termina el interrogatorio forzado y dónde empieza la tortura.
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