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FUERA DE CASA
Columna
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Lo individual, lo colectivo

Los mejores artistas son unos individualistas. No es fácil trabajar colectivamente. Los colectivos de artistas pertenecen a una historia que forma parte del pasado de los tiempos progres, de aquellos años en que al menor descuido te tropezabas con un gris o con un colectivo de artistas. Por la paz, contra la guerra, por el partido o por cualquier causa más o menos noble. En una de esas esperas de aeropuerto, me encontré con Juan Genovés, uno de los pintores más conocidos de los años antifranquistas. Casi todos tuvimos un poster de su famoso abrazo. Ahora ya está colgado en el Reina Sofía, liberado de los inciertos sótanos donde ninguna obra parece tener la suficiente tranquilidad.

Genovés asegura que sus cuadros ya estaban acostumbrados a la clandestinidades y sótanos, y no les extrañaría tanto aquel largo destino. Al pintor le extrañaba bastante más. Genovés se dirigía al Guggenheim para participar en la exposición colectiva de grandes pintores individuales que como homenaje a Chillida se acaba de inaugurar en el museo bilbaíno. Yo me dirigía a Almería para la presentación de la novela Malduque de la Luna, de Miguel Naveros, que tanto tiene que ver con nuestra historia de la transición, una novela que rememora aquellos años, aquellas creencias tan colectivas que muchos mantenían. Nos contaba Genovés que cuando los comunistas fueron legalizados, un grupo de artistas creó un colectivo para cambiar la imagen del Partido Comunista. Había que modernizarse, abrirse, buscar clientela más abierta. El colectivo de artistas tenía que enseñar su propuesta al jefe que entonces era Carrillo. Cuando Carrillo vio aquel cartel de la nueva imagen para la primera fiesta sin clandestinidad, quiso saber quién era el autor. Genovés, muy militante y muy convencido, dijo que era del colectivo de artistas. Carrillo dijo "ya, ya, pero quién es el autor". El colectivo, le volvieron a responder. El secretario general del partido, más proclive a las colectivizaciones, dijo: "Yo no creo en lo colectivo". Y allí dejó colectiva e individualmente sorprendidos a aquel grupo de artistas que lógicamente terminó con su empeño colectivo.

Lo colectivo es mentira. Trabaja uno, pinta uno, escribe uno, se equivoca uno y gana otro. En el premio de la Fundación José Manuel Lara ha vuelto a ganar uno: Jorge Herralde. Un gran editor, individualista, que lleva un año de muy buena cosecha en premios públicos o privados. Herralde ganó en nombre del individualista Mila Matas, que también saca buen partido de otro enorme individualista como fue Robert Walter, tan admirado por el individualista Pasavento. Individualistas, misántropos, con esa obsesión por no ser vistos, aunque si se tiene que dar la cara por 150.000 euros siempre se puede reconsiderar el salir de sí mismos y dejarse molestar por un cheque.

También a un destacado individualista, uno que creyó en lo colectivo durante años y terminó por esconderse para hacer su obra mayor en la necesaria soledad del creador, es Ramiro Pinilla, Premio Nacional de Narrativa por esa inmensa trilogía sobre lo individual y lo colectivo del pueblo vasco. Se llama Verdes valles, colinas rojas. Busquen tiempo y lean sus centenares de páginas en estos tiempos pacíficos.

Para no parar de salir de casa me escapé a Cáceres. Se celebraba el primer Congreso Nacional de Lectura, que reunió a muchas individualidades durante unos días en un debate colectivo sobre el estado de nuestra lectura. Tuvo un antecedente frustrado en el año 36, en que Juan Vicens habló con Enrique Díez Canedo para promover su primera celebración. Se equivocaron de fecha. Llegó julio del 36 y los lectores dejaron los libros y tomaron las armas, tuvieron que ocuparse en otras tareas colectivas nada lectoras. El Congreso ahora está lleno de pasiones lectoras, sin armas. Se inició con Nélida Piñón, reinvindicadora de ese universo maravilloso donde una lectura aislada como las de El Barón Rampante, de Italo Calvino, le permitía ser quien quisiera. Una vez fue Tarzán, el personaje de Edgard Burrough.

Por el Congreso han pasado algunas de las mejores individualidades de nuestras letras, convocados por Antonio Basanta que, como tantos otros, se inició en las lecturas con un individualista llamado Tintín, siempre acompañado por otro de nuestros héroes individuales, el muy dado al whisky Capitán Haddock. El Congreso se cerró con otra gran lectora, doña Letizia Ortiz, la princesa letraherida que, según cuentan, sigue ejerciendo sus benéficas influencias en las lecturas del Príncipe Felipe. No llegarán a dejar su palacio y subirse al árbol para dedicarse a la lectura, como el Rampante Barón de Calvino, pero han subido la media lectora de la monarquía. Palabra de republicano.

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