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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Pierre Clostermann, héroe de la aviación francesa

Obtuvo 33 victorias sobre los 'cazas' nazis

Jacinto Antón

"Siento una aguda mezcla de curiosidad y de angustia. El deseo de saber cómo reaccionaré frente al peligro, el deseo un poco malsano de conocer el miedo, el verdadero miedo, el del individuo solo frente a la muerte". Éstos eran los sentimientos de Pierre Clostermann ante su primera misión como piloto de guerra, a los mandos de un Spitfire. Así los transcribe en ese inolvidable libro que es Le Gran Cirque, souvenirs d'un pilote de chasse français dans la RAF (Flammarion, 1948).

Clostermann reaccionó bien: de entrada, acabó la contienda vivo. Lo hizo con el grado de capitán, 2.000 horas de vuelo -600 en misiones de guerra, con un total de 420 salidas operacionales- y 33 derribos confirmados de aparatos enemigos, más otros cinco probables. Estaba orgulloso de esas victorias y, ya octogenario, pleiteó contra una editorial que cuestionó su número (ganó el juicio en 2003). Compañero de la Liberación, recibió numerosas condecoraciones, como la Flying Cross y la Orden de Servicios Distinguidos británicas y la Gran Cruz de la Legión de Honor francesa.

Pero además de ser un grandísimo aviador y un héroe -uno de los últimos, hélas, que quedaban de la II Guerra Mundial-, y lo que es más raro, un tipo bastante humano, demostró ser un espléndido escritor. William Faulkner consideraba Le Grand Cirque el mejor libro sobre la guerra en el aire. La salvaje emoción del combate aéreo -el cielo repentinamente hostil, los latidos del corazón desbocado contrapunteados por el staccato de las ametralladoras- aparece relatada en sus páginas con una terrible intensidad. Y sin embargo, entre encuentro y encuentro letal con los veloces y peligrosísimos Focke Wulf 190 alemanes -"vientre amarillo, cruces negras, rápidos como proyectiles"-, habituales rivales de Pierre Clostermann, hay espacio también para pinceladas de belleza al describir la libertad y la felicidad del vuelo. "El gran cielo, virgen de nubes, es de una pureza extraordinaria", escribe el aviador. "Se adivina la tierra de Francia bajo una capa traslúcida de bruma seca, que se extiende por encima de los pueblos. Tengo la sensación de soñar con los ojos abiertos". La poesía de la carlinga, que heredará James Salter volando con los reactores en Corea sobre la cinta plateada del Yalu.

Pierre Clostermann se encontraba en Estados Unidos, donde había obtenido el diploma de ingeniero aeronáutico, cuando escuchó la célebre llamada del general De Gaulle. Pasó entonces a Inglaterra y se enroló en las fuerzas aéreas francesas libres el 18 de marzo de 1942, con 21 años, e ingresó en el famoso escuadrón de cazas 341 Alsacia que comandaba el legendario (y malogrado) Mouchette.

Sus primeras victorias las obtiene Clostermann el 27 de julio de 1943 sobre Triqueville, cerca del Havre, contra los FW-190 A-6 de la escuadrilla Richtofen que comanda el mayor Von Graff, que, remedando al Barón Rojo, lleva su aparato pintado completamente de amarillo. El piloto francés, a los mandos de su Spitfire, consigue un doblete: "Estoy asombrado, ¡he derribado dos boches! ¡Dos boches!". En los furiosos combates aéreos, donde destaca por su habilidad, Clostermann distingue las caras de los pilotos contra los que lucha, "como insectos extraños con las grandes gafas de vuelo sobre los ojos". Y verá caer a sus camaradas: "Jimmy, alcanzado, se precipita dejando una larga estela de glycol ardiente. Cierro los ojos, una náusea amarga en la garganta... y ya no hay más que una brasa al borde de una carretera".

Ingresará en otra unidad de élite de la RAF, el 602 escuadrón City of Glasgow, con aviadores de diferentes países aliados, y luego volará en los formidables Tempest V -bautizará a su aparato, con el que conseguirá 14 de sus derribos, Le Grand-Charles-. Juntos, avión y aviador, combatirán a las desalmadas V-1. El 3 de mayo de 1945, sobre el estrecho de Fenhmarn, el piloto logrará diversas victorias sobre pájaros raros de la Luftwaffe: Do-24, Ju-252... El 27 de abril le nombran comandante de escuadrilla del ala 122 de cazas.

Acabada la guerra, cuando lo desmovilizan, Pierre Clostermann despega en Le Grand-Charles: "Ascendí muy alto en el cielo sin nubes, pues no era sino allí que podía decirle adiós", escribe. "Volamos juntos unidos una última vez, directos hacia el sol. Hicimos un looping, algunos toneles lentos, amorosos, para poderme llevar en los dedos la vibración de sus alas obedientes". Y entonces, al regreso, la extraña confesión del piloto de caza: "Y lloré en su cabina estrecha como nunca en la vida volvería a hacerlo al sentir el cemento de la pista rozar sus ruedas y dejarlo en el suelo con un gesto del puño, como si cortara una flor". Ahora Clostermann, el arrojado aviadorque contribuyó a derrotar a los nazis y a devolver a una generación de franceses su perdido orgullo, recupera para siempre su lugar en el cielo.-

Clostermann se despide en 1945 de su Hawker Tempest V <i>Le Grand-Charles.</i>
Clostermann se despide en 1945 de su Hawker Tempest V Le Grand-Charles.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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