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Columna
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¿Primavera?

"De todas las historias de la Historia, la más triste sin duda es la de España, porque termina mal", escribió el poeta Jaime Gil de Biedma. Tampoco yo creo demasiado en los finales felices, pero, por encima de todo, estoy convencida de que los países, los colectivos y las personas, a menudo gozamos de otra oportunidad. Esta España de la historia terrible, que salió del franquismo para recibir el azote de ETA en su versión más despiadada, cruel y gratuita, esta España (con todos sus pueblos y naciones, para que no se pique nadie) necesita abandonar definitivamente el fratricidio. Si el 24 de marzo de 2006 empieza realmente el fin que debe comenzar, en este día de hoy habrá empezado, de verdad, la primavera.

Recibido el anuncio por llamadas telefónicas, por mensajes de móvil, amorrada a las televisiones y a la SER, pensé inmediatamente: "Cielos, qué forma de largar, no vayamos ahora a joderla". Prudencia y discreción, en general, pero tuvimos la desgracia de que el asunto pillara a José Bono en directo y a María San Gil con las uñas por delante. En cuanto a Rajoy, mostró la firmeza habitual contra el Gobierno que no usa contra sus jefes. Si el 24 de marzo de 2006 políticos y periodistas empezamos a practicar el silencio en lo especulativo (que nada tiene que ver con el derecho a informar), entonces en este día de hoy habremos ayudado a que empiece, de verdad, la primavera.

Pero recuerden a las Brigadas Rojas. Su irracionalidad, sus crímenes y sus delirios utópicos les coloca muy cerca del camino seguido por ETA. Las autoridades, en Italia, hicieron lo que tenían que hacer. Así como los ciudadanos. Se tragaron sapos, se cumplieron condenas, se echó para adelante. Y si aquí, unos y otros empiezan a cumplir, entonces podremos decir que el 24 de marzo de 2006 habrá comenzado de verdad la primavera.

Me uno al brindis de Odón Elorza: "Por la paz, y por los ausentes involuntarios". Es importante señalar la falta de voluntariedad de los muertos, porque sólo abarca a las víctimas del insensato sueño de otros, no a quienes se embarcaron en la aventura de asesinar, extorsionar y acobardar, y encontraron la muerte.

En todo caso, brindo para que dejemos atrás la pesadilla.

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