Osasuna hurga en la herida de la Real
El equipo navarro asciende hasta la segunda posición y mete en el descenso al vasco
Osasuna reclama su cota de relevancia a cambio de victorias. Ayer, ante la Real Sociedad, encadenó la tercera consecutiva y afianzó aún más su candidatura a lograr una plaza en la Champions. Si en ocasiones los rojillos vencen con el fútbol alegre y desenfadado que tanto le gusta a su técnico, ayer necesitaron una buena ración de oficio para imponerse a los blanquiazules. En un partido sin brillantez, pero con la pasión de los objetivos de ambos, una genialidad al principio desequilibró la balanza.
Osasuna saltó expansivo, con grandes ambiciones. Sólo con ese estado anímico y con un poco de presencia, consiguió amilanar a la Real y encerrarla hasta que una falta botada desde la derecha por el zurdo Delporte le llegó a Muñoz. Era una jugada ensayada, con el medio centro entrando desde fuera del área y los delanteros apretándose cerca de la portería. El canterano, que ya logró un tanto espectacular contra el Espanyol, volvió a demostrar sus dotes artísticas. Sin dejar caer el cuero, empalmó una volea que se coló a media altura entre todos, incluido Alberto.
OSASUNA 2 REAL SOCIEDAD 0
Osasuna: Ricardo; Flaño, Cuéllar, Josetxo, Clavero; Puñal, David López; Valdo (Webó, m. 52), Muñoz, Delporte (Cruchaga, m. 75); y Romeo (Raúl García, m. 60).
Real Sociedad: Alberto; Rekarte (Cifu, m. 67), Labaka, Viafara, Garrido; Boris, Mikel Alonso; Xabi Prieto, Mark González, Gari Uranga; y Nihat (De Paula, m. 66).
Goles: 1-0. Muñoz remata de fuerte volea con la zurda y desde dentro del área una falta, cerca del banderín de córner, botada desde la derecha por Delporte. 2-0. Puñal, de penalti cometido sobre Webó.
Árbitro: Rubinos Pérez. Amonestó a Puñal, Cuéllar, Raúl García, Muñoz y Xabi Prieto.
Unos 17.500 espectadores en el Reyno de Navarra.
Los jugadores del cuadro vasco sintieron el temor de los que se encuentran perdidos
El cuadro navarro ganaba en soltura y los pupilos de Arconada sintieron el temor de los que se encuentran perdidos. Labaka, con un error garrafal de comunicación, remató contra su propia portería en un intento de cesión sin percibir que Alberto estaba justo a su lado. La pelota se escapó rozando el palo. En ese momento, Osasuna se mostró un punto distante. Dejó de apretar, regaló una parcelita en la medular y permitió que los extremos realistas galopasen en desorden. La conclusión fue una especie de bombardeo insistente y poco atinado, sin llegar a probar a Ricardo, excepto un error del meta en una salida ante un pase bombeado. Poco más. La Real ya no tiritaba, pero se topaba contra su falta de estilo y sus carencias. Xabi Prieto apenas conectó con la pelota y Mikel Alonso erraba en la transmisión.
El encuentro necesitaba una revolución. Osasuna no pisaba el acelerador y la Real se condenaba a no encontrar la meta rival. Sin embargo, ambos equipos se animaron mutuamente con las primeras dosis de juego hilvanado. Primero Muñoz, cómo no, fue quien se volvió a poner los galones. Desde fuera del área, el futbolista lanzó uno de sus misiles que Alberto rozó lo suficiente para despejar. Después, llegó la lesión de Valdo, tras un salto en el que Viáfara le golpeó con la cadera en el cuello y que le llevó directo al hospital.
En este punto, con la entrada de Webó, dio comienzo el correcalles. Uranga, con espacio para correr y balón puso en peligro a Ricardo. Nihat, activo pero sin conexiones, también probó al meta madrileño. En medio, un cabezazo de Romeo y otro de Webó que pusieron picante y emoción a un choque de capa caída. La culpa de todo, la ausencia de dominio en la medular, que parecía un oasis: todos paran en él, pero nadie se queda más de lo necesario. Aguirre introdujo a Raúl García para dominar.
Los momentos de fuegos artificiales no se alargaron demasiado más. Osasuna, con el paso de los minutos, decidió componerse. El resultado, lo fundamental para mantenerse en la cumbre, tomó prioridad. Ni un ápice de frivolidad, paradas continuas, una buena dosis de faltas y la contención necesaria, cambios incluidos, para convertir el choque en un terreno minado, aunque sin olvidar el contragolpe.
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