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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'Botellón' vandálico

Lo que hace unos años comenzó como un fenómeno inquietante -la ocupación del espacio público por grupos cada vez más numerosos de jóvenes para consumir alcohol- ha derivado en un problema serio, porque ahora ya no se trata de reuniones más o menos espontáneas, sino de convocatorias masivas espoleadas por el acicate de la competencia. Aunque algunos de los elementos que intervienen en ellas puedan merecer cierta simpatía y comprensión -el derecho de los jóvenes a disponer de espacio para divertirse, su protesta por los precios de las bebidas en locales-, predominan los aspectos negativos y sus consecuencias son graves, como se ha visto en Barcelona y Salamanca.

En primer lugar, se hace una invitación explícita al consumo de alcohol con un peligroso mensaje implícito: beber para divertirse. Se refuerza la idea de que para pasarlo bien hay que recurrir a sustancias excitantes, en este caso alcohol, pero tal premisa es también aplicable a cualquier otra droga. Y aunque es cierto que muchos de los jóvenes que acuden se muestran moderados, también lo es que una parte importante cae en el abuso. Las encuestas del Plan Nacional sobre Drogas indican elevados consumos de alcohol entre los jóvenes a edades cada vez más tempranas, una tendencia que se refuerza con este tipo de mensajes.

El segundo aspecto negativo tiene que ver con la ocupación del espacio público. En Granada se optó por autorizar el macrobotellón en un solar con carpas. No se evitaron los efectos negativos relativos al consumo de alcohol, pero no hubo problema de orden público. En cambio, allí donde la concentración estaba prevista en un lugar habitado, se planteó un grave conflicto de intereses que las autoridades estaban obligadas a dirimir. La calle no es un espacio en el que se pueda hacer de todo -beber, orinar, gritar-, y menos en multitud, porque eso implica una apropiación del espacio público que vulnera los derechos de los demás. Pero lo que resulta más inquietante es que una parte minoritaria de jóvenes descontrolados no sólo necesiten alcohol para divertirse, sino que también recurran a la violencia. Así ocurrió en Barcelona. Eran sólo unos cientos, pero los que lanzaron objetos a la policía y ocasionaron destrozos convirtieron el barrio del Raval en una batalla campal que se saldó con 54 detenidos y 69 heridos.

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