Pasión tibetana

Peissel es un auténtico explorador. Repasar su biografía aturde. Desde los 21 años, este francés ha recorrido rincones remotos de México, Bután, Rusia, China... En su último libro, Tíbet, la peregrinación imposible (Sirpus), retrata un país al que ha organizado 29 expediciones.

Está usted enganchado.

No sé hacer otra cosa. Descubrir regiones desconocidas me excita muchísimo.

¿La última gran aventura?

En 2002 fui al Tíbet a grabar osos en estado salvaje. Es un trabajo muy duro porque viven en el altiplano tibetano, a más de 5.000 metros.

¿Su vida ha corrido peligro alguna vez?

En las autopistas francesas [risas]. ¡Hummm!... Una vez, yendo en aerodeslizador por los ríos del Himalaya, me volteó una ola y casi me ahogo.

¿Tiene un destino preferido?

Mi corazón está con los tibetanos. Es el único país del mundo manejado por los jóvenes, porque los padres les ceden su puesto, su dinero y sus tierras. Y a pesar de la ocupación china tienen un optimismo y una manera de afrontar la vida fantástica.

Seguro que ya está pensando en su próxima escapada...

Tengo el proyecto de construir un barco como los que usaban los celtas hace 2.000 años para demostrar que pudieron llegar a América. Tardaremos unos dos años en construirlo, así que mientras tanto me iré de nuevo al Tíbet.