La verdad
La belleza es verdad y la verdad es bella, dice un verso de John Keats. Por todas partes empiezan a aparecer fotografías de Eduardo Zaplana disfrazado. Y hay que decir que está muy mejorado, tanto de moro como de cristiano. Era de esperar. Al famoso Hoover, director vitalicio del FBI y látigo de los amantes del disfraz, le encontraron en su domicilio al morir un enorme ropero con pelucas, máscaras y zapatos de tacón. De todas formas, en el incidente del Congreso, poco importa ya lo que haya de hipócrita en la facundia del portavoz conservador. Sin pretenderlo, y así suele ocurrir, el traspiés de Zaplana fue el primer acto de una pieza de significado histórico en el parlamentarismo español. La intervención de María Teresa Fernández de la Vega fue algo más que una respuesta. Solemnizó una verdad emergente. Yo vi noqueado al gallo Zaplana en un bar. Quiero decir, fui testigo de cómo se hizo por una vez el silencio en el local para escuchar lo que alguien decía en el Congreso. Fue un rito imprevisto, la representación del KO moral, cultural, del machismo en España. Otra cosa es la lentitud de los cambios en la vida real. Pero quedó dicha en público, formalizada, la valiente verdad. Quien le dio expresión fue una mujer vicepresidenta socialista, aunque este tipo de verdades no deberían tener color político. Por eso lo que más asombra es la aquiescencia o la mudez en toda la formación conservadora. Se critica la sumisión al portavoz por parte de las diputadas populares, pero a mí me preocupa más el silencio de los diputados. Ya va siendo hora de que se haga oír algún caballero feminista. En este asunto como en otros, reclamo el derecho a preocuparme por la derecha. Es un patrimonio natural que nos ha costado mucho trabajo, mucho sacrificio. Además, observo que es una inquietud generalizada, incluso internacional. The New York Times ya le dedicó un editorial por la complacencia mostrada hacia los "trogloditas". Financial Times publicó otro comentario mordaz por su falta de patriotismo, motivado por la campaña balcánica de Aznar. Todo el mundo empieza a estar muy preocupado por la derecha española. Todos, menos la derecha española, que avanza decididamente hacia el futuro pretérito, en alegre excursión al motel de Psicosis.
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