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Reportaje:Fútbol | Internacional

La gran depresión

A tres meses del Mundial, Alemania y sus clubes atraviesan una crisis sin precedentes

Los subcampeones del Mundial 2002 no ganan a una primera potencia futbolística desde septiembre de 2000. El seleccionador alemán, Jürgen Klinsmann, está en entredicho tras el último fracaso -4-1 en Italia- y da pasto a la prensa amarilla con su comportamiento y su afán de vivir en Estados Unidos, mientras los medios y la afición ponen el grito en el cielo. Los clubes, el Werder Bremen y el eterno Bayern Múnich, han fracasado una vez más en la Liga de Campeones. Ningún equipo alemán estará en los cuartos de final. En la ida de los octavos de la UEFA también cayeron Hamburgo y Shalke. Para completar el desastroso panorama, ha salido a relucir un nuevo escándalo de sobornos para ganar dinero en las apuestas. Además, existen sospechas de un partido comprado en la Bundesliga de 2003 para salvar al Leverkusen del descenso.

Hasta un diputado pretende que Klinsmann dé explicaciones al Parlamento

Desde la derrota en Italia no pasa un solo día sin que la prensa amarilla alemana, en especial el Bild Zeitung con sus casi cuatro millones diarios de tirada, dedique gruesos titulares a Klinsmann. El seleccionador no puede hacer milagros y sacar un par de defensas centrales del sombrero, cuando en la media docena de equipos que ocupan los primeros puestos en la tabla de la Bundesliga no hay un solo futbolista alemán con crédito en esa demarcación. En consecuencia, la defensa de Alemania, a 90 días del Mundial, es un coladero.

El resto del equipo no es mucho mejor porque al fútbol alemán actual le falta calidad. Las deficiencias técnicas, que antes enmascaraban las tradicionales virtudes prusianas de trabajo, sacrificio y disciplina, quedan ahora al descubierto. La nueva generación de futbolistas jóvenes no parece estar por la labor de matarse en los entrenamientos. "Llegan, entrenan y se van. Ya no es lo de antes, cuando Gerd Müller o Sepp Maier [legendarios jugadores del Bayern Múnich] se quedaban un par de horas tras el entrenamiento para corregir defectos. Ahora el entrenamiento les parece algo penoso", se lamentaba el veterano ex entrenador Udo Lattek en una tertulia televisiva.

Los clubes no pueden competir con la primera fila del fútbol europeo. Los equipos alemanes están plagados de extranjeros, pero de segunda fila, porque no pueden pagar los sueldos y traspasos de los grandes de Inglaterra, Italia o España. El Bayern Múnich suele jugar con el portero Kahn y Ballack en el centro del campo más nueve legionarios que no pueden jugar en la selección. No es muy diferente la situación en el Werder Bremen, el Hamburgo o el Schalke 04.

Con semejante panorama Klinsmann no puede hacer milagros. No obstante, el seleccionador contribuye con su personalidad y conducta a atraer sobre sí las iras de la prensa y de los aficionados. Siempre estuvo considerado Klinsmann como un bicho raro en el mundo del fútbol, con fama de egoísta sobre la pradera y también en los despachos. Al aceptar el puesto de seleccionador, Klinsmann puso como condición mantener su residencia en Estados Unidos donde viven su mujer y dos hijas en la soleada California. Mientras la selección funcionó más o menos mal esto no fue un gran problema, aunque Bild ya se encargó de calcular lo que costaba cada billete del seleccionador en primera clase entre Los Ángeles y Francfort. El alboroto llegó al máximo cuando Klinsmann se largó a Estados Unidos tras la reciente derrota contra Italia y dejó de asistir a una reunión de trabajo sobre el Mundial en la que participaron los seleccionadores de los grandes equipos. Hasta el mismísimo Franz Beckenbauer, que habla como un estadista, puso de vuelta y media a Klinsmann.

Los políticos también se metieron de por medio. Un diputado pretendía que Klinsmann compareciera ante la Comisión de Deportes del Parlamento Federal (Bundestag) para explicar sus planes cara al Mundial. Otro acusó al seleccionador de vivir en Estados Unidos para evadir al fisco alemán y de ahí la urgencia de Klinsmann en salir de Alemania para no rebasar los 182 días de residencia que obligan a pagar impuestos en el país.

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