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Columna
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Administración del silencio

¿De qué hablamos cuando hablamos de política, aquí mismo y ahora? ¿Qué tenemos que aceptar o entender por debate público? ¿Qué sustancia socialmente nutritiva contienen muchos de los pronunciamientos, discursos, afirmaciones, réplicas y contrarréplicas, ruedas de prensa, comunicados y vuelta a empezar declaraciones, ruedas, notas y comunicados y pronunciamientos que nos/se dirigen nuestros dirigentes? ¿Es injusta la sensación-imagen que primero me viene a la cabeza, el pensamiento-imagen de un gigantesco suflé, de un colosal buñuelo de aire? Mientras, la auténtica dinámica civil, la verdadera vida real sigue, por debajo de ese globo, su ritmo exigente.

Hasta que de tanto en cuanto aparecen los muertos. Hasta que los muertos destapan o, como amargos líquidos de revelar, descubren la verdadera foto o benetako argazkia o true picture (lo digo en trilingüe porque en todos los idiomas significa lo mismo y pensando en nuestros jóvenes que mañana heredarán la tierra, ésta y no otra), el verdadero retrato de lo que hay. Entonces el aire público se enfría un instante, baja ligeramente el globo, se arruga un poco el suflé y a quienes nos mandan (aunque mandatario signifique todo lo contrario, el que tiene que obedecer, servir a los intereses del mandante-ciudadano), a quienes nos dirigen no les queda otro remedio que mirar para abajo, hacia la calle, el asfalto, el poste de la luz o la pensión.

Han tenido que morir cuatro personas en Bilbao para que suba a la superficie del agua política el tema de las pensiones ilegales, los hiper-alquileres, el hacinamiento en el que malviven en nuestro país en marcha (¿atrás?), las personas más frágiles, las más desfavorecidas: inmigrantes, dependientes o excluidos. La propia existencia de una ONG como La Posada de los Abrazos habla por sí misma del alcance del problema: ¿qué dimensión tiene que haber alcanzado el negocio de los alojamientos irregulares para que inspire una iniciativa de estas características, creada con el objetivo de contrarrestarlos?

Creo que lo más importante en este caso, como en tantos otros, es lo que podría verse como una forma de silencio administrativo de una realidad social grave y que gravemente cuestiona (por eso se acalla) ciertos abordajes públicos o gestiones políticas de las necesidades y urgencias sociales (inmigración, alojamiento, dependencia...) más evidentes. Eso es lo importante en este asunto, al margen de la situación legal de la organización de los abrazos - es fácil comprobar si tenía o no los papeles en regla y obrar jurídicamente en consecuencia-; lo importante es que han tenido que morir cuatro personas para que se reconozca públicamente que se sabe lo que se sabía: que hay quienes hacen su agosto apiñando gente en un piso.

Y que hay quien, sabiéndolo, lo deja estar. Lo deja hacer; no interviene. ¿De verdad tiene la ciudadanía que creer que no hay manera de adentrarse institucionalmente en este asunto? ¿Que no existe procedimiento legal; administrativo, civil, fiscal o sanitario para evaluar, investigar, controlar y contrarrestar estas situaciones lamentables? Y suponiendo (que es generosidad del suponer) que no existan, ¿por qué entonces no se diseñan, en un país que cuenta con cuatro parlamentos (el de Gasteiz y las tres Juntas Generales)? Se deja estar; ni siquiera se habla del tema. Si el alcalde de Bilbao sabía que en esa ciudad existe gran cantidad de pisos subarrendados de forma irregular que se han convertido en auténticos negocios, con rentas de hasta 4000 euros mensuales; si sabía que hay arrendadores "sinvergüenzas" que se aprovechan de la fragilidad o la vulnerabilidad ajenas, ¿por qué no lo ha dicho hasta ahora ante las cámaras de la televisión? ¿Por qué no ha sacado el debate a la calle mediática? ¿Cómo tenemos que interpretar los ciudadanos ese silencio administrativo? ¿O es administración del silencio?

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