El brujo está recogiendo fruta
Magos, astrólogos, brujos y videntes africanos de todo tipo proliferan en la zona sur de Madrid
Un lunes a las 11 de la mañana el profesor Davo, experto brujo africano procedente de Guinea Bissau, que "remedia todos los problemas", según afirma en el folleto con el que se anuncia en las calles de Madrid, recibe la visita de un cliente que le ha llamado una hora antes. El profesor abre la puerta en bata, se pone una túnica típica de su país y se encasqueta un pequeño gorro en la cabeza. Después pide al cliente que se descalce y le invita a entrar en otra habitación.
El cuarto está lleno de velas encendidas, extraños jeroglíficos en las paredes, varias ediciones de El Corán esparcidas sobre una moqueta roja y una silla de plástico en la que se sienta el cliente. Éste le cuenta al profesor que tiene problemas económicos: los acreedores le empiezan a asfixiar y no tiene cómo pagarles.
-Eso no es problema, dice Davo. Yo te ayudaré. Dime los nombres.
El cliente nombra a dos personas y el profesor comienza a escribir palotes y extraños dibujos sobre un bloc de notas. Luego coge una especie de rosario de madera y susurra una oración mientras desliza las cuentas por el cordón. A veces escupe sobre él y luego se frota la cara con el rosario. Después de este espectáculo, el profesor pide 30 euros por la consulta.
Pero el cliente se niega a pagar. Su argumento es muy simple: "Si he venido aquí es para que me resuelva los problemas económicos. Ya le he dicho que no tengo dinero para pagar a mis acreedores". El doctor Davo se enfada, pero al cabo del rato se calma y le dice a su cliente:
-Vamos a hacer esto: la semana que viene tú me traes 30 euros por la consulta más 500 euros. Yo usaré el dinero para comprar un producto especial y una moneda antigua que tiraré al río Manzanares. Con eso tú tendrás dinero. Cuando te des cuenta de que no tienes más problemas, me traes 500 euros más.
El cliente asiente y se marcha.
Aunque la escena en casa del doctor Davo merece el calificativo de surrealista, la proliferación de magos, astrólogos, brujos y videntes africanos se ha convertido en algo habitual en la zona sur de Madrid, en los distritos de Carabanchel, Puente de Vallecas y Usera.
La mayoría de ellos parece conocer al dedillo la definición de magia que daba el escritor estadounidense Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo (1906): "Arte de convertir la superstición en moneda contante y sonante". Los brujos africanos que pueblan Madrid son capaces de sacarle a uno los cuartos a cambio de unos cuantos remedios disparatados con los que prometen conseguir cualquier cosa: dinero, trabajo, atraer a la persona querida o curar enfermedades crónicas. En la capital no hay nadie que no haya recibido uno de los típicos folletos en los que los brujos se anuncian y que suelen repartirse en las bocas de metro.
Un vistazo a una colección de 25 de estas octavillas sirve para comprobar que los brujos no son muy originales. La mayoría de ellos opta por la misma fórmula: "Gran ilustre vidente mágico. Con rapidez, eficacia, garantía y discreción. Resuelve todo tipo de problemas y dificultades. Por difícil que sea. Resultado garantizado al 100%".
Pero hay diferencias curiosas. Algunos como el profesor Gasama alardean de haber trabajado para "conocidos empresarios, hombres de negocios, políticos y diplomáticos". Aunque luego es mucho más humilde que el resto de brujos y sólo garantiza éxito en sus hechizos al 90%.
Otros, como el maestro Karankoutoubou, prometen la solución a problemas que ni siquiera pueden existir en España. "¿Problemas de pena de muerte? El maestro se los resuelve", dice en su folleto. Hay quienes ayudan a los jóvenes en los exámenes y quienes curan "todas las enfermedades", ya sean éstas "crónicas, judiciales o matrimoniales". Y por último, el profesor Kanafi, que asegura ser capaz de curar la "importencia sexual", un nuevo término que viene a expresar en una sola palabra la gravedad del asunto.
Michael Ohan es un escritor nigeriano autor de varios libros traducidos al español, entre ellos Poder negro. La práctica de la medicina y del vudú en África (Mundo Negro, 2005) .Ohan afirma que la mayoría de estos brujos no conocen la magia africana y que simplemente son timadores, gente que vino con la inmigración a las capitales europeas y que vio en la brujería una forma de ganarse la vida alternativa al trabajo en la construcción.
"Pero el poder africano existe", asegura Ohan. "Hay gente que tiene un poder sobrenatural y que lo aplica para mirar en el futuro y ayudar a la gente. Pero esos no suelen cobrar. Normalmente se les da algo como agradecimiento, puede ser dinero, pero también una botella de vino o un pollo. Pero esos otros son todos timadores. En la verdadera magia no puede haber dinero de por medio", explica.
Fuentes del Cuerpo Nacional de Policía aseguran que conocen las prácticas de estos brujos, pero que se puede hacer poco para ayudar a la gente que presenta denuncias. "Es una estafa como otra cualquiera, pero muy difícil de probar. Si una persona le da dinero a un brujo porque cree que poniéndole las manos en la cabeza va a conseguirle una pareja, ¡pues qué le vamos a hacer! Estos casos sólo se resuelven cuando está clara la existencia de un fraude", señalan las mismas fuentes.
"Como en toda profesión hay malos, buenos, feos y guapos", afirma Yanely, un vidente peruano que se desmarca de las prácticas que realiza este tipo de brujos y asegura que muchos de sus clientes han pasado antes por la consulta de algún africano.
El negocio no va bien ni para Yanely ni para los brujos africanos. La mayoría asegura que cada vez va menos gente a sus consultas y que en ocasiones se ven obligados a dedicarse a otra cosa para ganarse la vida. La secretaria de uno de los magos que se anuncian con octavillas en el metro contestaba así por teléfono: "El profesor no está. Se ha ido a recoger fruta al campo. ¿Quiere que le deje algún recado?".
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