El tuétano de Joan Miró

Se ha visto tanto de Joan Miró que parece que sólo faltaba adentrarse hasta el tuétano de su obra. Una feliz circunstancia ha hecho simultanear dos exposiciones dedicadas al artista en Mallorca, su tierra de acogida, refugio y creación desde poco después de la Guerra Civil hasta su muerte en 1983. En ambas se da una coincidencia significativa: la exhibición de obra oculta, papeles privados, material de trabajo, bocetos, fragmentos de vida creativa que habían quedado en la trastienda. No se trata sólo de eso, pero en una y otra muestra se aprecia la voluntad de sacar a la luz algo más en relación a lo ya conocido, en este caso el segundo plano de quien quiso desdibujar las fronteras que separan al proceso creador de la obra acabada. Nada que objetar por tanto, pues se trata de una forma de hacer justicia con Miró.

Donde mejor se saborea al

artista desconocido es en los graffitis de Son Boter. Miró, en su vocación primitivista (una actitud que requiere no poca sofisticación), dejó sugestivas pinturas murales en las paredes de uno de sus talleres, integrado en el complejo de edificios que forman la Fundación Pilar y Joan Miró. Con la exposición Caminos inexplorados han salido a la luz pública por vez primera y quedarán ya de forma permanente, como un hito más en el recorrido por el santuario mironiano de Mallorca. Al deambular entre esos graffitis y esculturas se respira al artista a pleno pulmón, "una sensación física para llegar después al alma", por rescatar sus propias palabras. En conjunto, la muestra sirve para presentar el catálogo razonado de Miró, que pone orden a los valiosos fondos de la fundación y que marca un reinicio tras un tiempo de durísimo desencuentro entre los herederos del artista y los gestores políticos.

Si Caminos inexplorados nos permite cruzar todas las etapas creativas de Miró, la muestra dedicada al mundo de Ubu Rey nos retrotrae a un momento específico de su trayectoria, en el que se embebió de la figura literaria creada por Alfred Jarry. Desde las series de litografías y libros ilustrados de los años sesenta hasta la pintura del material escénico de la obra teatral Mori el Merma, estrenada en Mallorca en marzo de 1978, Miró desató toda su rabia trabajando sobre un personaje al que veía como encarnación de Franco, de la insolencia y la fuerza irreflexiva contra la inteligencia sensible. En la muestra brillan las caligrafías, que nunca dejan de atrapar la mirada, así como la filmación, por Català-Roca, del proceso de pintar los grotescos muñecos de la obra teatral, con un Miró efervescente diseminando su pintura con un escombrajo o salpicando las telas con sus drippings, en una suerte de rito de liberación contra una época que moría.