El compromiso de Casado

Hace doce meses exactamente comenzó el año Casado del atletismo español. Comenzó en Madrid. Un pabellón caluroso. Público y afición en estado de ebriedad. Fue en los Europeos de pista cubierta, el último gran baño de masas del atletismo español. En Moscú, donde hoy comienzan los Mundiales en pista cubierta, la noche cae, inmensa, a las seis de la tarde; el hielo, grandes bloques de nieve helada, como rocas esperando al artista que las talle, esperando al deshielo primaveral, se acumula en las medianas de las autopistas y negro, sucio, en las aceras. En Moscú, donde se espera el gran duelo Rusia-resto del mundo, donde el atletismo, el mundo atlético, consigue a duras penas entrar en calor -ya se sabe, 2006, ecuador entre dos Juegos Olímpicos, año par, sin Mundiales al aire libre, año de oxigenación y recuperación de las figuras, de reuniones bien pagadas y poco más-, Arturo Casado, gigante madrileño de 23 años, tiene un compromiso consigo mismo, una cita en la que no piensa fallar.

Los Mundiales, que se disputarán en el viejo pabellón gigantesco construido para los Juegos de 1980, son para Rusia los de Isinbayeva y su camino brillante, adoquinado con récords en pértiga; los de Nazarova, la más poderosa del 400, los de Kotlyarova -por debajo de los dos minutos este invierno en el 800-, los de Soboleva -por debajo de los cuatro minutos y récord en los 1.500-, los de Shobujova -por debajo de los 8m 30s y récord en los 3.000-, los de Borzakovski, l'enfant terrible del 800, el campeón olímpico capaz un mismo invierno de correr los 400, 800, 1.000 y 1.500 y ganarlos.

Los Mundiales de Moscú son para los nostálgicos los de Mutola, la mozambiqueña que se niega a retirarse, seis veces campeona de los 800 metros, que busca el séptimo título, récord único. Y para los aficionados sin banderas ni bandos serán, sobre todo, el examen de LaShawn Merrit, el norteamericano de 19 años que en el invierno bajó de los 45s en los 400, que se embarcó en una carrera sin fin de patrocinios y famas y que no ha vuelto a refrendar su potencial; y sobre todo la carrera de los 3.000, en la que se reunirán, por primera vez en pista cubierta, el etíope Kenenisa Bekele -campeón olímpico y dos veces mundial de los 10.000, plusmarquista de los 10.000 y los 5.000-, el keniano Eliud Kipchoge, campeón de los 5.000 en París 2003, y el qatarí de origen keniano Saif Shaheen, antes Cherono, el mejor en 3.000 obstáculos de la historia.

Para los españoles, sin Higuero, sin Estévez, sin Alberto García, sin Joan Lino Martínez, sin Yago Lamela, sin Marta Domínguez, sin Mayte Martínez, sin Antonio Reina, sin Penti ni Berlanas ni Eliseo, sin Natalia Rodríguez, sin los cracks para quienes 2006 se resume en los Europeos de Gotemburgo, en agosto, los Mundiales son los del sempiterno Manolo Martínez -los séptimos del lanzador de peso en pista cubierta-; los de las que sueñan, Beitia (altura), Agirre (pértiga), Castrejana (triple), Montaner (longitud), con la medalla, pero, chitón, que nadie se entere, que queremos competir libres; los de Casado.

El año Casado, o 2005 como lo conocen otros, vio al mediofondista de Santa Eugenia terminar cuarto en los Europeos de pista cubierta, ganar los nacionales al aire libre, los Europeos sub 23 y los Juegos del Mediterráneo y ser quinto en los 1.500 de los Mundiales de Helsinki, sus primeros al aire libre. "Todo ello fue fruto de mucho entrenamiento, muchos años, que se ve reflejado cuando sale a luz", dice Casado, serio, sereno, pese a la lesión en el tendón de Aquiles que le obliga a correr infiltrado; "cuando sacas el fruto de lo que has hecho muchos años, te vas creciendo, corres más seguro. Y, como encadené tantas carreras buenas, seguí creciéndome. Sé que la gente confía en mí. Pero la responsabilidad es relativa. No pienso en la gente cuando corro. Pienso en mí. En ganar, que es lo que me gusta".