Insultos en el deporte
El pasado mes de octubre falleció Rosa Lee Parks, la mujer que pasará a la historia por negarse a ceder el asiento a un blanco como marcaban las leyes en el sur de Estados Unidos. Este hecho marcó el inicio del movimiento de los derechos civiles, que culminó en 1964 con la ley que prohibió la discriminación racial.
Recientemente en nuestro país una persona decide rebelarse contra los insultos racistas que le están profiriendo un numeroso grupo de espectadores durante el transcurso de un partido de fútbol, y amenaza con abandonar el terreno de juego. Creo que los medios que abordan esta noticia no deben aprovecharse de la oportunidad que se les presenta para suscitar polémica sobre este tipo de determinación adoptada por el jugador, sometiendo la medida del deportista a votación popular, en la que se ha de juzgar si ha obrado bien o mal. Todos tenemos que posicionarnos claramente en contra de toda agresión física o verbal que se produzca en cualquier lugar condenándola y denunciándola.
Debemos establecer una escala de valores bien diferenciados y no puede prevalecer el espectáculo sobre el respeto al ser humano bajo ningún concepto. Ambos han de ir ligados inseparablemente, resultando intolerable que amparados en la masa se realicen graves ofensas racistas o de la índole que sea a personas cuyo único delito es militar en el equipo adversario, y no enemigo como interpretan algunos. Quizá, el amago de marcharse de Eto'o sea el principio de un cambio en el comportamiento de los aficionados en todos los estadios y propicie unas leyes severas que no dejen impunes a los que se manifiesten con semejante desprecio hacia sus semejantes, como anteriormente sucediera con la señora Parks; pero para ello necesita del respaldo unánime del conjunto de la sociedad sin cortapisas ni vacilaciones, abordando este tema con la seriedad y rigor que corresponde.
Mi apoyo unánime no sólo a Eto'o, sino también a todas las personas anónimas que cada día han de sufrir en silencio este tipo de vejaciones en todos los puntos del planeta, sin que sus palabras y peticiones puedan ser atendidas como merecen.
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