MIRADOR
SADISMO. Las frecuentes noticias sobre episodios de acoso escolar se han hecho aún más siniestras con la incorporación de la nueva perversión de grabar las palizas para difundirlas luego por Internet. En los últimos días ha habido casos en Valencia, Tenerife, Linares. Las grabaciones, realizadas con teléfonos móviles, recogen, además de los golpes e insultos, los gritos de dolor y de súplica de los agredidos. En Linares, la víctima fue atraída mediante un engaño a un lugar en el que le esperaban, junto a los agresores, varios adolescentes más en calidad de espectadores. Frente a ciertas explicaciones tranquilizadoras, cada vez es más evidente la influencia perversa de los videojuegos que banalizan la violencia en esta forma de sadismo adolescente. Llevar el juego a la realidad no es en este caso un juego inocente. No hay recetas infalibles, pero es seguro que todo intento de relativizar como chiquillada el mal causado, o de dejarlo sin sanción proporcional, contribuirá a su extensión: nada es tan contagioso como el desafío impune.
ARMIN MEIWES. El caníbal de Roteburgo, el informático alemán que mató en 2001 a un ingeniero de Berlín que conoció a través de Internet y devoró su pene y otros órganos tras consentimiento de su víctima, no quiere publicidad. Meiwes, condenado en primera instancia a ocho años y medio de cárcel y pendiente de una nueva sentencia, ha conseguido frenar el inminente estreno en Alemania de una película inspirada en la macabra historia aunque con cambios. Los jueces estiman que los derechos personales del individuo pesan más que la libertad de expresión. ¿Por qué tanto pudor? ¿Qué problema existe en llevar al cine o a la literatura la sustancia de una historia verídica, cuyo desequilibrado protagonista quiso de algún modo publicitar al chatear previamente con la voluntaria víctima?
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