Secretos surafricanos
¿Cómo dar cuenta del arte de un país en un tiempo como el actual, de crisis del sujeto moderno y declive del Estado-nación? ¿Cómo hacerlo si ese país es además africano, con todos los clichés que se interponen entre nosotros y ellos? La exposición Olvida quién soy, en el CAAM, constituye una respuesta ya desde su mismo título, una invitación a desprenderse del equipaje eurocéntrico para perderse junto a un grupo de artistas surafricanos por los meandros de un mundo que se bifurca.
Comisariada por la conservadora del museo Elvira Dyangani, que ha contado con el apoyo de un equipo integrado por la comisaria independiente Tracy Muirnik, la conservadora de la Galería Nacional de Suráfrica Gabi Ncgobo y el conservador de la Galería de Arte de Johannesburgo Khwezi Gule, la muestra acoge obras de trece creadores. Algunos, como Tracey Rose, Moshekwa Langa, Johannes Phokela, Wim Botha y Hentie van der Merwe, conocidos fuera del país, y otros en proceso de emergencia, como Thando Mama, Senzeni Marasela, Nicholas Hlobo, Churchill Madikida y Nandipha Mntambo, Zanele Muholi, Mikhael Subotzky, Dave Southwood y Lolo Veleko.
OLVIDA QUIÉN SOY
Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM)
Las Palmas de Gran Canaria Hasta el 30 de abril
A diferencia de exposiciones
como Colors: Contemporary Art from South Africa (Berlín, 1996), Liberated Voices: Contemporary Art from South Africa (Nueva York, 1999) o Personal Affects. Power and Poetics in Contemporary South African Art (Nueva York, 2004), Olvida quién soy no propone un marco estable de representación nacional sino que constituye una aproximación a los paisajes étnicos, mediáticos e ideológicos de Suráfrica, entendiendo tales acepciones en el sentido que les da Arjun Appadurai: como constructos en movimiento, en un tiempo en que la imaginación juega un papel sin precedentes y en los que se involucran las redes globales, el Estado-nación, comunidades en diáspora, grupos de índole religiosa, política o económica, y un locus final, el actor individual, el artista en este caso, que da su propia interpretación a lo que estos paisajes ofrecen.
Es difícil intentar un abordaje del trabajo de artistas como Wim Botha o Nicholas Hlobo sin verse abocado a usar un término como "raza", simultáneamente irrelevante, en tanto que hoy es insostenible un enfoque estrictamente biológico de la cultura, y determinante, debido a su carga histórica. Real y fantasmal a la vez, como apunta Hal Foster, raza es "un constructo histórico, pero este conocimiento no elimina sus efectos materiales". Descendiente de los colonos holandeses instalados siglos atrás en el África austral, en Generic Self-Portrait as An Hybrid Superior, Wim Botha, Próspero pasado a las filas de Calibán, subraya los mecanismos coercitivos del lenguaje de los colonizadores mediante un diccionario afrikaans-inglés esculpido como una totémica cabeza de carnero en la que lo instrumental de la lengua queda subsumido en las brumas siniestras de lo simbólico.
Los juegos de dominio y contestación se reproducen en todos los grupos humanos, entre blancos y negros, y entre negros y negros, como indica el trabajo de Nicholas Hlobo, un artista que reivindica su condición homosexual desafiando los rígidos patrones morales de su etnia khosa. Hlobo manipula las sábanas tradicionales que se emplean en los ritos khosa de paso a la pubertad mediante un vocabulario propio del mainstream, cosiéndoles cicatrices o colgándoles penes de tela de aspecto informalista y sobreponiéndoles palabras irónicas como "entra" o "¿cómodo?". No obstante, más allá de la cuestión de la identidad sexual, lo que Hlobo impugna es la perspectiva tradicionalista en sí. Propone otro paisaje étnico, pues lo khosa para él no es una esencia atemporal sino algo inserto en la Historia y, como tal, abocado a encontrar su propio itinerario a través de la modernidad.
¿Cómo activar un recuerdo
histórico además cuando nuestro paisaje mediático es una memoria bombardeada por la industria de la comunicación? En esta última veta reflexiva se inscribe el trabajo A member of the 32 Bataillon, de Hentie van Merwe, fotografías desenfocadas de uniformes militares de las guerras zulúes y otras contiendas, tomadas ante las vitrinas de algún museo militar. El recurso de Van Merwe a la anomia perceptual y cognitiva intenta poner en entredicho la historia oficial de Suráfrica y activar la memoria del espectador. Un gesto de resistencia contra un sistema que busca la fatal normalización del individuo.
Enmarcada en su proyecto de potenciar al archipiélago canario como eje geoestratégico en las rutas culturales entre Europa, África y América, con esta exposición Alicia Chillida se ha despedido de la institución que había comenzado a levantar cabeza con ella. La injerencia política continuada le ha forzado finalmente a presentar su dimisión como directora del CAAM, apenas inaugurada esta muestra.
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