El Liverpool racanea en Lisboa y el Benfica toma ventaja
El Liverpool, un campeón pacato y muy corto de fútbol, ignoró el apoyo sin desmayo de sus 4.000 feligreses, decidió racanear en Lisboa y cuando pensaba ya en resolver los cuartos de final en Anfield acabó tumbado por un Benfica que llegó al partido deprimido y salió en pleno subidón de adrenalina. Los lisboetas apenas mostraron orgullo y voluntad, pero a falta de siete minutos el espigado central brasileño Luisao cazó un centro en una falta y logró de cabeza el gol que deja franca la eliminatoria. La imprevista victoria sacó a las águilas de una larga crisis de "saudade", juego y resultados entre el júbilo de los 60.000 aficionados que llenaron La Luz.
El 1-0 no refleja la extrema igualdad entre los dos equipos, pero es la mejor expresión de la incompetencia del Liverpool para generar una sola oportunidad clara. El Benfica tampoco se estiró gran cosa, porque su mejor ocasión aparte del gol fue un globo de Petit desde el centro del campo, pero al menos le echó casta y empuje.
La cosa empezó a tumba abierta, en medio del compacto griterío y con una amarilla a Luis García a los 33 segundos por una entrada tonta perpetrada en algún lugar del medio campo. Y eso fue más o menos el partido: una sucesión de faltas en tierra de nadie, pases al tobillo amigo o del rival, grandes dosis de centrocampismo musculado, estreñimiento táctico, mucho bombeo arriba y ni una gota de talento. El olor inconfundible a 0-0 que destiló el primer tiempo solo fue alterado por una cantada sin consecuencias de Moretto, el portero brasileño del Benfica, y por una cómoda salida de Reina a los pies del desaparecido Simao.
De salida, Rafa Benítez dejó a Gerrard en el banco y puso a Sissoko en el medio junto a Xabi Alonso. Gran plan cuando la vaina va de taponar. Peor asunto para crear algo de juego con criterio. El chisposo Beto echó un cable a la causa gerrardista al darle una patada sin querer en la cabeza a Sissoko. Era el minuto 35 y fue sacado en camilla.
Benítez sacó en su lugar a Hamann, otro tipo alto, y nada cambió. Bueno, el Benfica apretó algo más, jugó algo más rápido, le echó algo más de alegría. Aunque el campeón no pasó apuros atrás, adelante Morientes, Fowler, García y luego Cissé tampoco crearon ni medio problema. Acaso confiando en que la mística de Anfield vale como mínimo un golito, el Liverpool empezó a dejar correr el reloj. Y en esas llegó Luisao, metió la cabeza y arruinó la conservadora y pacata apuesta lisboeta de Rafa Benítez.
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