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Crítica:CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Épica y lírica

Hay personajes que definen el arte al que pertenecen y que el día que falten ya no será lo mismo. Y uno de ellos es Menahen Pressler (Magdeburgo, 1923), el pianista fundador del Trío Beaux Arts. Sólo queda él de los que empezaron hace 51 años, pero, todavía hoy, este octogenario diminuto, cargado de música y tan campante, que mira de reojo a sus compañeros -nada menos que el violinista Daniel Hope y el violonchelista Antonio Meneses-, al que no se le escapa una, sigue dando lecciones.

Lo fue la de su Beaux Arts en un excelente Triple concierto beethoveniano, demostrando que no es obra tan menor cuando se trata así y se acompaña con el cuidado con que lo hizo la ONE al mando de Maximiano Valdés. Clima adecuado, calor comunicativo, fluidez de ideas y sensación de estar con unos músicos de verdad. El abrazo final entre el apuesto director y el pizpireto pianista resultaba la ilustración perfecta del placer compartido.

Orquesta Nacional de España

Maximiano Valdés, director. Trío Beaux Arts. Zdena Kloubová, soprano. Tomas Cerny, tenor. Ivan Kusnjer, barítono. Peter Mikulas, bajo. Emilio Gutiérrez Caba, narrador. Coro Nacional Checo. Obras de Beethoven y Martinu. Auditorio Nacional. Madrid, 19 de febrero.

Fue un comienzo estupendo para la pieza fundamental del programa, La epopeya de Gilgamesh, de Bohuslav Martinu, que la Nacional ponía en sus atriles por vez primera, 48 años después de su estreno en Basilea. Una obra emocionante, plena de ese estilo a la vez ecléctico y personal de su autor, que sabe otorgar al bello texto toda su carga épica, pero a la vez ese lirismo que trufa las titánicas aventuras de unos personajes que están en la base de tantas mitologías posteriores.

Protagonista decisivo del magnífico resultado fue el Coro Nacional Checo, extraordinario de todo punto por su empaste, su color, su flexibilidad. Y, claro, dominando la dicción, con lo que eso supone de libertad de acción añadida. Muy bien la orquesta, con especial redondez por parte de las cuerdas, e irreprochables los solistas, pero mucho menos el narrador, el gran actor Emilio Gutiérrez Caba, a quien se le hizo leer un innecesario texto introductorio y que no acabó de cogerle el punto dramático a su relato. Un sobresaliente para Maximiano Valdés, que condujo todo con seguridad, atentísimo siempre, pero también con la flexibilidad que la acción requiere. Fue un feliz reencuentro con el maestro chileno otrora tan ligado a la Nacional y hoy titular de la Sinfónica del Principado de Asturias.

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