Otra historia
La primera en la frente de los pronósticos previos. Es lo que tiene la Copa, que se rige por otros parámetros diferentes a los habituales y permite más que nunca destrozar los apuntes de antecedentes. Éstos contaban que Akasvayu había crecido en las últimas semanas y que su equipo-talonario había encontrado cierta paz y equilibrio en su complicado papel de obligado aspirante que le persigue desde que este verano sus mentores lograron contratar a tantos nombres ilustres. También señalaban a Pamesa como víctima propiciatoria, pues en los últimos tiempos llegaban síntomas negativos desde Valencia. Pero una de las características que hacen especial este torneo, con su implacable sistema de eliminación, es que se juega al borde del abismo. Esto supone que el elemento emocional multiplica sus efectos pues las recompensas y los castigos están siempre presentes.
Todo esto se pudo comprobar cuando el partido inaugural se fracturó a comienzos del segundo tiempo. Ya había apuntado Pamesa una mejor presencia en los dos primeros cuartos, a los que sólo había podido responder Raúl López por el Akasvayu. Pero fue ponerse los valencianos 12 puntos arriba con 15 minutos por jugar y aparecieron los fantasmas. Los buenos empujaron a Pamesa, que fue creciendo sin parar y sumando al buen hacer de Avdalovic y Dikiudis los esfuerzos de gente como Miralles o Stepp para convertirse en una máquinaria engrasada si tenemos en cuenta las noticias previas. Viendo como algo más que factible por la desventaja acumulada el fracaso de la eliminación, Akasvayu se desmoronó como un castillo de arena pisoteado por la presión, que le convirtió en un suma de desesperados y hasta descabellados intentos por recuperar lo perdido. El fracaso fue rotundo, no sólo por la derrota, sino porque se produjo después de un ejercicio de impotencia para reaccionar ante la adversidad como un equipo. Su respuesta ante una situación límite no fue más allá de que cada uno intentase arreglar el desaguisado de la forma menos coordinada posible. Tiraron por la calle de en medio, abusaron de triples, hicieron dejaciones defensivas y olvidaron a sus pivots, que por otro lado no estaban para muchas fiestas. Significativo el naufragio de Fran Vázquez, a los que los muchos ojeadores presentes de la NBA seguramente no reconocieron como el elegido en un puesto tan privilegiado del útimo draft. Su partido no fue de recibo, pues el evento era de categoría, de esos que obligan a los grandes jugadores a hacer acto de presencia. Estuvo ausente, ni le vieron ni se hizo ver y fue superado por gente con mucho menos talento como Miralles. Todo lo contrario de lo que hizo Avdalovic, omnipresente, decisivo y que sin mover un músculo de la cara llevó el control de las operaciones de su equipo con toda la eficacia que le faltó a sus rivales. Al final, unos y otros recogieron lo sembrado y demostraron, a la primera oportunidad, que la Copa es otra historia.
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