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HISTORIAS DEL 'CALCIO' | FÚTBOL | Internacional
Columna
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El retorno de Carletto

Enric González

Cuando Carletto Mazzone empezó a entrenar al Ascoli, en 1968, Pelé estaba en su mejor momento. Hace 779 partidos de eso, una eternidad. Mazzone tiene 68 años y, al final de la temporada pasada, después de perder su equipo de entonces, el Bolonia, la promoción de permanencia, le prometió a su mujer que nunca más. Y se retiró para siempre. Hasta ayer. Mazzone asumió el martes la dirección técnica del Livorno, su equipo número 17, y ayer se sentó en el banquillo. Sólo un tipo como él podía desembarcar en Livorno en pleno funeral y organizar una fiesta con el difunto aún caliente.

Cuesta comprender lo que ha ocurrido esta semana en Livorno. El comportamiento del presidente, Aldo Spinelli, no se explica ni con chistes fáciles sobre su apellido, que significa porros. El Livorno está haciendo una campaña estupenda, ocupa una posición de Copa de la UEFA y ha jugado algún partido de los que se recuerdan. No ganaba desde principios de año, pero en esas semanas había perdido un solo encuentro. Roberto Donadoni, el antiguo artista del Milan, se ha construido un prestigio sólido gracias a su trabajo en la muy obrera e izquierdista ciudad portuaria de Toscana.

¿Qué hizo mal Donadoni? Quizá el problema consiste en que vota a Berlusconi. El caso es que a Spinelli, el lunes pasado, se le subió el apellido a la cabeza. El Livorno había empatado en casa con el Messina por un error arbitral y se le ocurrió que toda la culpa era de Donadoni. Empezó a hablar en público sobre su inminente despido. Cuando Donadoni le telefoneó, se excusó con una afonía. En realidad, estaba entrando en directo en el programa más futbolero de la televisión italiana, el Juicio de Biscardi, para seguir poniendo al técnico a caer de un burro. Donadoni, genio y figura, dimitió y se marchó de Livorno como un señor.

En la plantilla sentó mal el asunto. Lucarelli, la gran estrella, el máximo goleador, el que rechazó mil millones de liras para jugar en el equipo de su ciudad natal, el hombre que alza la bandera del Che Guevara y tiene la grada a sus pies, comentó que, visto lo visto, él también se iría en cuanto terminara el campeonato.

Una vez metida la pata hasta el fondo, ¿qué podía hacer Spinelli? Pues llamar a Mazzone. Al viejo Carletto no hay afición que se le resista. En 2001, con el Brescia, tuvo un derby apuradísimo con los vecinos del Atalanta de Bergamo. Los locales perdían 1-3, pero el Brescia marcó. Y marcó otra vez. Con el 2-3, exaltadísimo, prometió que, si los suyos empataban, iba a ir personalmente a la tribuna ocupada por los ultras del Atalanta, bastante conocidos por su violencia y sus nostalgias fascistas. En el último minuto de la prórroga, el Atalanta empató. Mazzone corrió hacia la curva rival y gritó como un poseso: "¡Vuestros muertos, racistas, fascistas, cornudos!". Al llegar la policía, se dejó llevar mansamente. "¡Qué a gusto voy a cumplir esta sanción!", suspiró.

Con estos precedentes, Mazzone tiene que caer bien a los livorneses. Ha entrado, sin duda, con buen pie: el Livorno ganó ayer al Fiorentina, la revelación del campeonato, con dos goles de Lucarelli. La afición, gruñona al principio, acabó entregada. A ver qué ocurre en adelante. Habrá menos sensatez que con Donadoni. Disparates sí habrá muchos. Todos los que hagan falta.

Carletto Mazzone, en su debut al frente del Livorno.
Carletto Mazzone, en su debut al frente del Livorno.AP

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