Recuento de desperfectos
Los comerciantes de la zona de Azca han superado un año de problemas que pensaron iba a ser aún peor
"Al final 2005 no ha sido el año catastrófico que preveíamos". Víctor Sandoval, presidente de la asociación de comerciantes afectados, resume así las consecuencias del incendio que hace hoy un año arrasó la torre Windsor.
Ignacio Niño, coordinador general del área de Economía, añade que el fuego que tuvo a media España pegada al televisor la madrugada del 13 de febrero de 2004 ha servido como acicate para que el Consistorio "redescubra" una zona "perfecta, con muchos espacios abiertos" para desarrollar actos culturales.
Con una inversión cercana a los 300.000 euros, el Ayuntamiento se ha propuesto durante el último año convertir Azca en "un importante centro de actividad". Pero los afectados no se muestran tan optimistas. Algunos comerciantes se lamentan de las pérdidas que el incendio ocasionó en sus negocios y aseguran que todavía no se han recuperado.
La asociación de afectados evaluará este mes los daños causados por la tragedia
"Hemos perdido a muchísimos clientes que trabajaban en el edificio", dice María
"En general, nos ha ido razonablemente bien, aunque depende mucho del tipo de negocio", asegura Sandoval, que, además de representar en su asociación a cerca de 140 pequeñas y medianas empresas afectadas, regenta una cafetería situada a escasos metros del edificio arrasado. Afirma que al sector de la hostelería le han beneficiado especialmente los actos organizados por el Ayuntamiento. "Cerca de medio millón de personas que pasaron por el belén que se instaló en Navidad entraron luego en los bares de la zona", comenta satisfecho.
Además del belén, varias empresas colaboraron con el Consistorio para instalar en diciembre una pista de hielo en el entorno de la Torre Picasso. Ignacio Niño calcula que a los 300.000 euros invertidos por el Ayuntamiento a lo largo de este año en Azca, hay que añadir otros 500.000 que ha aportado la iniciativa privada para favorecer el desarrollo de la zona afectada.
Los curiosos que se acercaban a Azca para fotografiar el edificio calcinado o para observar cómo se iba demoliendo, constituyeron durante los primeros meses otra fuente de ingresos para los bares y pequeños comercios. Sandoval asegura que el último día de agosto, fecha en la que se abrió al tráfico la calle de Raimundo Fernández Villaverde, constituyó un punto de inflexión en la marcha de los negocios.
La mayor parte de comerciantes elogian la política de créditos blandos que la Comunidad, a través de la sociedad Avalmadrid, concedió a los comerciantes que lo solicitaron, aunque algunos critican la descoordinación que reinó los días siguientes al incendio. "Esto era un caos. La semana siguiente no sabíamos si podíamos abrir o no. Media tienda estaba dentro del perímetro de seguridad que estableció el Ayuntamiento, por lo que tuvimos que levantar un muro dentro del propio local y construir unos probadores y una puerta de emergencia nuevas. Nos costó mucho recuperarnos. Hasta las Navidades no arrancamos", cuenta la responsable de la tienda que la cadena Promod tiene en la calle de Orense. "Nadie nos ha recompensado por lo que perdimos esos días", asegura.
Sandoval reconoce que los más perjudicados han sido los pequeños empresarios cuya actividad dependía en gran medida de los que trabajaban en el Windsor, como María Trinidad.
Los oficinistas del desaparecido edificio eran los principales clientes de la tienda y escuela de golf que regenta María Trinidad con su marido en los bajos de Azca. "Tirando por lo bajo, hemos caído en un 30%", dice. No sólo han perdido a los trabajadores del Windsor, muchos alumnos o compradores dejaron de ir a su local por el cierre del metro y del tráfico. María Trinidad también se queja del "lamentable" estado en que se encuentran los bajos de la calle de Orense y de que el Ayuntamiento no haga nada para remediarlo. "Aguantamos como podemos, pero si esto sigue así... no sé yo", dice sonriendo.
A pesar de pertenecer a la asociación de afectados, María Trinidad se niega a participar en la denuncia conjunta que ultima la agrupación presidida por Sandoval. "Lo de la demanda suponía gastos y más gastos... y al final dijimos que no", cuenta la propietaria. Sandoval prevé para dentro de una semana la reunión en la que serán evaluados los daños de difícil demostración.
Antonio Lojo, otro comerciante, dice estar en una situación de "ruina total". Mientras despacha la prensa en su quiosco de la esquina de Orense con Raimundo Fernández Villaverde, cuenta que no ha notado la "tan cacareada recuperación". "No sólo han dejado de comprar las miles de personas que trabajaban en el Windsor, sino también toda la gente que atraía el edificio. Era como una ciudad en miniatura".
Lojo estima en un 50% la caída en las ventas que su negocio experimentó hasta agosto, y calcula que ahora estará en un 30% por debajo del nivel de 2004. "Por si fuera poco, por culpa de las obras del intercambiador, esta boca de metro [en referencia a la de Orense] sólo tiene conexión con la línea 8; y para coger la 6 y la 10 hay que ir hasta la Castellana".
Sandoval tiene una percepción muy distinta: "Los dos primeros meses fueron dramáticos, pero la zona se ha ido recuperando poco a poco". Y concluye: "La verdad es que a mi negocio no le ha ido mal. Yo no tengo nada que reclamar".
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